Curiosamente… Desde la antigüedad, el nombre que se le asignaba a una persona era de gran importancia para los seres humanos, porque creían que su significado sería la plataforma que fortalecería la vida de ese individuo, en sí, su existencia.
Se dice que el nombre puede transmitir a las demás personas una imagen poderosa al ser un sello personal; es decir, la identidad de una persona que implica estatus, personalidad y la responsabilidad.
Sin embargo, cuando el nombre inicial no ha funcionado como se esperaba puede ser cambiado por otro. Como recordaremos, en la biblia se hace mención que incluso Dios cambió el nombre a algunos hombres. Por ejemplo a Jacob se le nombró Israel, y esto se dio según el texto sagrado porque el nuevo nombre correspondería a un cambio en la naturaleza de Jacob.
Pero ¿qué pasa cuando tu nombre te es otorgado más por tradición familiar que por su propio significado?
Muchos estudiosos del tema argumentan que existe un árbol familiar, el cual interconecta a cada uno de sus integrantes por medio de ramas y, conforme el árbol se encuentre más robusto, evidentemente habrá más ramas. Como consecuencia, se va compartiendo información tanto positiva como negativa de generación en generación, porque dicha información es parte del árbol familiar.
Otro dato interesante es que, a pesar que los familiares ya no se encuentren corporalmente en este mundo, sus acciones mantienen esa resonancia en el linaje. Es decir, consideremos, por ejemplo, que la abuela actuó de mala fe en una situación y deshonró a la familia, pero este hecho se mantuvo en secreto, por ende, la información se va a quedar en el inconsciente familiar esperando a que llegue alguien que pueda reparar el daño.
Lo interesante aparece en el momento en que un nuevo miembro familiar resuena con esa información y la hereda a través de programas transgeneracionales. No obstante, cuando un padre designa a su hijo recién nacido el nombre que llevó algún ancestro, por honrarlo o por tradición, puede ser muy peligroso porque la carga energética que hereda marcaría su existencia. Es por ello que se recomienda poner nombres que no hayan sido utilizados por otro familiar, para evitar que el bebé cargue con las acciones de sus antepasados.
Y tú, ¿te llamas como alguno de tus ancestros? Y, de ser así, ¿cómo te va en la vida? ¿Te cambiarías el nombre?