Almoloya de Juárez/Estado de México
El tradicional Paseo de los Locos en honor a San Francisco de Asís, en la comunidad de San Francisco Tlalcilalcalpan, en Almoloya de Juárez, regresó presencial después de dos años de pandemia en los que se realizaba con restricciones sanitarias.
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El carnaval en honor a San Francisco de Asís es único en la región, por lo que llegar a San Francisco Tlalcilalcalpan en esta fecha es entrar en una dimensión llena de monstruos, animales fantásticos y personajes salidos de cuentos y películas de terror.
Durante esta conmemoración, lugareños brincan, bailan y se divierten por todo el pueblo durante dos días por la Fiesta de los Locos, que le llaman, y se lleva a cabo cada año en honor a San Francisco de Asís, santo patrono de este pueblo a las faldas del Volcán Xinantecátl.
Según el calendario católico, el 4 de octubre es el día de este santo, pero en el poblado el carnaval siempre da inicio el domingo y continúa hasta el lunes.
El primer día de la fiesta se reúnen los mayordomos (organizadores de la fiesta) y los disfrazados a las afueras de la parroquia de San Francisco para iniciar el desfile, para el que la antigua pintura del santo patrono, que data del siglo XVIII, ha sido adornada y colocada al frente de las cuadrillas para encabezar la marcha.
El desfile da inicio tras la bendición del párroco, cuando truenan cohetes en el cielo y las bandas de música comienzan a tocar, más de 130 cuadrillas desfilan por las calles del pueblo, cada una con su propia banda musical, que no deja de tocar durante estos dos días.
En el evento se pueden apreciar todo tipo de disfraces: dragones, calaveras, demonios, brujas, animales fantásticos, personajes de series televisivas o de películas, incluso personajes políticos.
Es una fiesta ecléctica donde se ve de todo, desde disfraces muy sencillos, con apenas algo de maquillaje, hasta otros muy elaborados con máscaras enormes, vestimentas suntuosas, algunos con estructuras muy elaboradas o montados en zancos para verse más grandes.
Es todo un espectáculo ver a las familias o a los barrios portar sus trajes temáticos, casi compitiendo unos con otros para ver quienes muestran los mejores y más elaborados disfraces.
No es gratuito que aquí el hule espuma y el látex sea transformado en máscaras, guantes, pectorales y demás partes corporales, pues en el pueblo existen decenas de talleres familiares o individuales dedicados a hacerlos. Muchas de las máscaras que se venden en otros estados son elaboradas en Tlalcilalcalpan.
El desfile se desarrolla por las calles del pueblo mientras se van adhiriendo nuevos participantes. Para poder verlo todo, se necesitan al menos cinco horas, pero bien se puede ir acompañando al desfile durante todo el día, hasta que los participantes regresan de nuevo a la parroquia, donde muchos de ellos, con todo y disfraz, entran al templo a dar gracias a “San Panchito”, como le dicen cariñosamente, por las cosas buenas que les brindó durante el último año o para pagar alguna promesa hecha al santo.
El origen de esta celebración se remonta a más de 130 años atrás y antiguamente era conocida como el “Paseo de los Pregoneros”. Cuentan los pobladores que se acostumbraba a salir con ropa vieja desgarrada o con pieles de borrego, pero con el paso del tiempo y la llegada del trabajo de las máscaras, la fiesta comenzó a trasmutar de los personajes tradicionales como el oso, el payaso o el tiliche a los monstruos y seres fantásticos que ahora pueblan las calles durante octubre.