Llamamos tiempo, a la parte visible de la existencia. Existir es más que lo visible.
Tengo un enorme agradecimiento al Gran Creador del Universo por este día. Mejor, no podía ser. Estamos juntos mis hermanos y yo, para dar un reconocimiento a alguien a quien todos queremos mucho. A Gerardo Viloria.
Gerardo apareció de sopetón y sin previo aviso en mi vida, un día como pura serendipia. Entorno brillante, muchos amigos comunes y su voz maravillosa. Se me ocurrió entonces, ¿por qué no? juntar a la crema y nata de la comunicación de este país, alrededor de La Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística del Estado de México. Creamos juntos el grupo colegiado de Comunicadores, Editores y Periodistas de nuestro estado.
Y allí fuimos varias veces Maricarmen y yo a ver a nuestro querido Germán, que ha durado una eternidad en la Sociedad, debido a su trato buen trato político.
Y por allí de sopetón y sin previo aviso pasaba Gerardo. Y no había otra persona mejor que él para que nos orientara, platicara, programara y dirigiera a ese grupo colegiado. Y como magia, aceptó. Con esa enorme voz de credibilidad que lo ha caracterizado.
Creo que todos los que hemos ejercido la comunicación en este lado de la República Mexicana, conocemos a Gerardo.
Es un hombre de excepción y así lo dice su vida entera. Buenos oficios, buenos tratos, buenas maneras. Además de un manejo de vida impecable. La honradez a prueba de toda duda. Su esposa y sus cuatro hijas han sido su por qué y su para qué. Nietos incluidos, por supuesto. El día que supo que su eterna compañera estaba enferma, paralizó su vida entera. Ambos siguen luchando y así será por y para siempre.
Esto no sería más que un simple relato nostálgico, si no diera cuenta de todo lo que en ese poco tiempo se hizo en ese Colegio. Vinieron muchos grandes a vernos e interactuaron con todos nosotros. Y se hizo una política pública alrededor de la comunicación social de este estado, que valdría la pena que se transmitiera a los demás lugares de la República.
Gerardo ha sido mi hermano, mi amigo y mi maestro. Me he peleado con él mil veces, confieso, y él ha sido de los más prudente y amable siempre. Pero siempre. Hoy me honró con tener en el cuello la medalla, presea, regalo de la vida: Gerardo Viloria, mi hermano, al que tendré que venerar mientras viva, Venerables maestros. Les digo, tengo un enorme agradecimiento por este día, al Gran Creador del Universo. Hecho está.