*Para Agustín Gasca
Me encontré recién un texto, que en este momento de vida y bajo estas circunstancias, me gustaría mucho compartirles. Porque estoy absolutamente convencida, de que después de una vida de esfuerzo, sacrificio por y para la creación y el arte, el ser humano tiene en su haber mucho más que ofrecernos, después de haber trabajado una vida, puesto que su legado apenas empieza.
De quien voy a platicarles, es de una persona de la que ya había oído mucho. Muy distinta pero no distante a mí. Lula Montes es una artista y ahora que ya tiene sus canas y sus muchos vestidos llenos de olanes y colores y que en este momento que está en la cresta más alta de su carrera, ha decidido retirarse… Pero todo acto de amor es testimonio permanente. Así que creo que su obra continuará…
¿Qué es el éxito?, me pregunto. Reír mucho y con regularidad; ganarse el respeto de personas inteligentes y el cariño de los niños; ganar el aprecio de críticos sinceros. Apreciar la belleza; encontrar lo mejor de los demás; dejar el mundo un poco mejor de cómo lo encontramos; un trozo de jardín bien plantado; el rescate de un grupo social vulnerable; el saber que por lo menos una vida respiró mejor por haber yo vivido. (Ralph Waldo).
El sábado pasado, las Rotarias del Centro Histórico de la Ciudad de Toluca, --de mi Toluca la bella --, tuvieron el gusto de presentar un desfile de modas, que fue algo singular. Yo nunca escribo de sociales, solo de administración y de ciencia política. Pero… esas Rotarias son un grupo al que pertenezco y quiero platicarles qué sucedió allí adentro de este desfile de modas.
Pues de repente, se presentaron las creaciones de Lula Montes que modelaron las mismas amigas de ella, que alguna vez adquirieron. En ellas, se podía ver lo que es su sello permanente: originalidad, porque refleja con gran maestría el sentimiento y la personalidad de quienes bordan cada diseño; su belleza: capta la mágica combinación de matices y sombras que se crean en cada bordado y equilibrio, ya que existe la plena concordancia entre lo nuevo, lo moderno y actual… con lo ancestral, tradicional y artesanal. “El bordado mazahua refleja el entorno de la flora y fauna de nuestros pueblos, y es muy importante incluirlos en diseños actuales para que no se extingan”, dice Lula.
Ella concibió esa forma genuina del valor de nuestros ancestros, los indígenas de México, especialmente los Mazahuas y lo dejó plasmado en el arte de una prenda de vestir. Porque nuestra Lula desde hace años, inventó su marca.
Alguna vez escribieron de ella: Con una propuesta diferente para los accesorios y prendas, Lula Montes ha dedicado gran parte de su trayectoria como diseñadora, a trabajar con mujeres de la cultura Mazahua. Con un local establecido en Toluca hace años, --que algún día conocí acompañando a Margarita García Luna, porque su casa estaba enfrente de aquella vitrina discreta, pero bonita--, Lula tiene más que claro el mensaje que quiere transmitir: fomentar la belleza, delicadeza y audacia del estilo mexicano. Su catálogo cuenta con numerosos vestidos de noche, vestidos de novia, prendas para toda ocasión y hasta para bebés. Un modelito de Lula Montes puede costar pesos, pero el trabajo de sus destacadas empleadas mazahuas paga el valor del único y bien cuidado detalle con el que confeccionan. Hay que fomentar la belleza, delicadeza y audacia del estilo mexicano, dice.
Lula estudió para secretaria, se casó y durante 15 años tomó cursos de costura, corte y confección, sólo como un pasatiempo. Pero en 1990, una crisis económica en la familia me hizo decidir que le tenía que ayudar a mi esposo, con lo que sabía le dije a mis amigas que me dedicaría a cambiar puños, cierres... me volvería toda una costurera remendona, relató.
Si bien en el negocio de remendona no le iba mal, su interés por aprender más la llevó al diseñador Nicolás Ramírez en 1994, quien le dio la idea de mezclar tejidos y bordados indígenas con cortes modernos.
Comencé con prendas que ahora veo bastante feas y poco a poco mejoré. Todo se cumplió: ganar dinero, enaltecer el diseño mexicano y colocarlo en una vestimenta para personas de un buen nivel económico, añadió.
En su taller, dirigido por Lula, se elaboran trajes sastres, vestidos de novia, chalecos, pantalones y sacos, todos aderezados con bordados, puntos de cruz y tejidos hechos por indígenas que trabajan con ella, como regalo para la mujer mexicana. De mujeres artistas, a mujeres que orgullosamente los visten. Y que ahora, en este tributo de las Rotarias, les ofrecemos con gran cariño.
Ella habla de su taller con gran pasión, y exclama: Estar en este lugar nos ha llevado horas de investigación y la contratación de mujeres indígenas quienes nos hacen los tejidos. Si bien Lula es la encargada de diseñar los trajes en papel y hacer los cortes de las telas, son 30 mujeres otomíes de Temoaya quienes hacen los tejidos.
Sus amigas la describen como mujer inteligente, audaz, llena de brillo y encanto, que un día optó por ganar en la vida. Hoy –creo—para ella es el principio de su legado a nuestro entorno: a las mujeres toluqueñas, pero más que esto, a las mujeres mexicanas, latinoamericanas, y ¿por qué no? a las empresarias mazahuas que prestaron su vida, sus colores y su altura, para enseñarnos lo que una mujer es capaz de hacer, para ser admirada permanentemente…