“Vivamos un tiempo nuevo de plena igualdad con los hombres; sin privilegios que no requerimos, pero sin desventajas que no merecemos”. Nos dijo hace años, doña Griselda Álvarez.
En este momento en el país están sucediendo cosas más que graves. Fuerzas que no entendemos ni conocemos, tratan de desestabilizar a la nación mexicana, en lo más delgado y vulnerable que tiene en sus entrañas: los estudiantes universitarios, que son jóvenes millenials.
Como ustedes, estoy más que orgullosa de ser mexicana. Y el paro que se tuvo hace un par de días, en toda la república mexicana, pero también en la ciudad de México, fue de una fuerza y de una magnitud inconmensurable.
Recuerdo entonces, a extraordinarias mujeres mexicanas, como Leona Vicario, como Sor Juana, como Griselda Álvarez. Honro con su memoria, este día en el que miles de mujeres están en paro, con el gran dolor de saber que cada día, diez mujeres serán asesinadas en mi país. En este México al que amamos tanto. ¿Pero si también matan a hombres?, me decía recién un amigo mío. Sí, pero no los matan las mujeres. Ellas no tienen la fuerza física para deshacerlas. Y bien acostumbradas que estamos a rendirles toda clase de culto, cuando en verdad nos deshacen cada vez que les da la gana. Viene de años de oír a las madres, que ellos son lo primero; que ellos tienen que estudiar primero; que ellos están para atenderlos. Que ellos tienen la razón. ¡Qué equivocación! Ellos son nuestros pares, pares.
Pero veamos a alguien genial: Leona Vicario, nació un 10 de abril de 1789 en la Ciudad de México, y fue una de las figuras más destacadas de la Guerra de Independencia de México donde se dedicó a informar a los insurgentes de todos los movimientos que podían interesarles y que ocurrían en la capital del virreinato.
Miembro de Los Guadalupes, financió con su propia fortuna la insurgencia. Fue una de las primeras mujeres periodistas de México. Se enfrentó a numerosos riesgos por impulsar el feminismo, la cultura y la ideología libertaria. Y contrajo matrimonio con Andrés Quintana Roo. Así, le fue concedido el título honorífico de Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria por el Congreso de la Unión; su nombre está inscrito con letras de oro en el Muro de Honor del Palacio Legislativo de San Lázaro, sede de la Cámara de Diputados de México.
Por su parte, Griselda Álvarez fue muchas cosas: poeta, estratega política, madre, abuela, hija… fue gobernadora del estado de Colima (1979-1985) al igual que su abuelo y su padre, además de ser una distinguida poeta.
La madrugada del 1º. De noviembre de 1979, la ciudad de Colima despertaba a una nueva etapa en la vida política del país. Poco importó que la estatua del cacique héroe indígena que resistió hasta la muerte a los conquistadores españoles, amaneciera con un mandil blanco, en clara muestra de repudio por parte de un sector de la sociedad que se negaba a aceptar el cambio que representaba lo que habría de suceder al mediodía: la toma de posesión de la primera mujer gobernadora en el país.
Ella nació en Guadalajara, Jalisco, en 1913. Pertenecía a una familia de gran abolengo político en el estado de Colima. Su bisabuelo, el general Manuel Álvarez, fue el primer gobernador de Colima en 1857, cuando la entidad alcanzó finalmente la categoría de estado. Su padre, Miguel Álvarez García también ocupó la gubernatura entre 1919 y 1923.
Griselda fue una destacada maestra y escritora antes de incursionar en el mundo de la política; estudió para maestra normalista y posteriormente cursó la carrera de Letras Españolas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. En 1976 fue electa senadora por el estado de Colima, y en 1979, en un hecho sin precedentes en la historia política de México, postulada por el PRI y por el PPS para contender en las elecciones para gobernadora de la entidad.
El día de las elecciones, los habitantes de Colima demostraron que estaban listos para el cambio, otorgando a Griselda una ventaja de más de 50 mil votos frente a su principal competidor, el candidato panista Gabriel Salgado Aguilar. Así, después de que fuera aprobado el voto femenino en nuestro país, tuvieron que pasar 26 años para que una mujer ocupara la primera magistratura de un estado.
Una vez en el cargo, la gobernadora demostró su vocación al centrar sus principales esfuerzos en fortalecer la educación pública de su estado, manteniéndose fiel a su slogan de campaña: Para progresar, educar. En la larga lucha de las mujeres mexicanas por la igualdad de derechos políticos, primero por el voto y después por acceder a los puestos de elección popular, Griselda Álvarez ocupa un lugar destacado.
Esto fue muchos años hace ya. Yo la recuerdo con gran afecto, porque cuando me hicieron la directora del Programa de la Mujer Joven del CREA, Consejo Nacional de Recursos para la Atención de la Juventud en 1980, fue ella en su Estado, que, en un acto impresionante, me dio posesión del cargo. Qué tiempos, qué recuerdos, qué circunstancias, qué guerra hemos tenido que enfrentar todo este tiempo, todos estos años, toda la vida.
Y al fin, las mujeres, extraordinarias mujeres mexicanas, están despertando. Muy enojadas. Pero muy centradas en lo que quieren. Y lo que quieren a gritos, es que ya no las maten. ¿Por qué es tan difícil entenderlas?