Hoy estuve presente en un acontecimiento que nunca imaginé. Dicen los que de esto saben, que la fe mueve montañas. Y lo que les voy a platicar, está como muy por encima de cualquier entendimiento que la gente pueda analizar.
Sucedió y punto. Así como pasa cuando vas a visitar a Dios y le dices que pones todas tus cargas a sus pies. Porque, aunque tú o tú más, te sientas de lo más intelectual, ¿a poco alguna vez en tu vida no se te ha atorado un problema y le has ido a decir al todopoderoso que ya no puedes más?
Fui a una iglesia y vi cómo con la oración de toda una congregación, un hombre que tenía la mano inmóvil, por fe, la empezó a mover. Es la sanación que provee por medio de la fe, Cristo, el hijo de Dios. Yo lo viví. Nadie me lo platicó. Entonces, en ese sentido, fui directito a la Biblia, y esto fue lo que me encontré para ustedes:
Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena y María la madre de Jesús, compraron especias aromáticas para ir a ungirle. Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol. Pero decían entre sí: ¿quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro? Cuando se acercaron, vieron quitada la piedra que era muy grande y cuando entraron en el sepulcro, allí estaba un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca y se espantaron. Más él les dijo: no os asustéis, buscáis a Jesús de Nazaret, el que fue crucificado: Él ha resucitado, no está aquí, mirad el lugar en donde le pusieron.
Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis, como os dijo. Y ellas se fueron huyendo del sepulcro, porque les había tomado temblor y espanto; ni decían nada a nadie, porque tenían miedo.
Habiendo resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana María Magdalena, --de quien había echado siete demonios, -- lo hizo saber a los que habían estado con él, que quedaban tristes y llorando.
Ellos, cuando oyeron que vivía, y que había sido visto por ella, no lo creyeron. Pero después apareció en otra forma, a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo. Ellos fueron y lo hicieron saber a los otros, y ni aun a ellos creyeron.
Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado.
Y les dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado será salvo; más el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios, hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.” Y el señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios. Y ellos saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían.
Y hoy yo, después de dos mil veinte años, puedo seguir platicándoselo a usted. Y si la Biblia no lo atestigua lo suficiente, apenas acaban de encontrarse y publicarse los llamados “Rollos del Mar Muerto, o Rollos del Qumrán”. Aunque usted no lo crea.
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