El día de hoy, mi madre Lillian Humphrey cumple sus primeros 97 años de vida. Y todo sería muy fácil de decir, si no fuera porque en todo ese tiempo, ella ha batallado mucho. Mucho. Vivirlos le han costado: sangre, sudor y lágrimas.
Primero, perdió a un hermanito que ella cuidaba, bañaba, arreglaba, vestía, peinaba, daba de comer, llevaba a la escuela, en fin… ella era como su segunda madre, cuando ella tenía apenas 13 añitos, afuera de su casa, en un accidente terrible. Luego le dio tifoidea cuando tenía 16 años. Se estaba muriendo, de no haber sido porque se descubrió la penicilina a tiempo.
Luego se casó muy jovencita con mi papá, que era muy muy pobre, y ella no podía tener hijos. Creo que el hecho de habérsele muerto su hermanito la hacía muy susceptible a no querer sufrir más... Yo nací después de que ellos tenían diez años de casados.
Vivieron juntos veinte años. Juntos hicieron su carrera y salieron adelante poco a poco. Cuando se casaron, ella no había estudiado secundaria siquiera, ni la preparatoria. Eran unos jovencitos que vivieron del sueldito de él, que ganaba en el jurídico del Departamento del Trabajo, donde era taquígrafo parlamentario. Estando allí, estudió su prepa y su carrera.
Lilí llegó a estar cerca de un hombre que no solo terminó su carrera como abogado, sino que estudió filosofía y su doctorado en derecho, en la mejor universidad de México: la UNAM. Allí la misma facultad, cuando era doctorante, lo promocionó para que fuera juez civil y después se ganó el derecho de ser magistrado.
Siempre ha sido y será una persona vertical y de una sola pieza. Se ganó con creces haber sido auditora de varias empresas. Pero también, y antes que nada, se ganó el haber sacado viuda y sola, a los 37 años, a dos hijas adelante: una de diez y otra de cinco añitos, a las que les pagó todo lo que tenían, cuando vivía su padre. Nunca faltaron las mismas escuelas, las mismas clases de piano y de ballet, de equitación y de natación. Lili llegó a ser profesora de la UNAM, de la Facultad de Comercio y Administración y de Economía, y auditora de la Tesorería de la Federación. Es contadora pública y auditora.
Recuerdo a Lilí haber salido a trabajar desde antes de las 7 de la mañana y llegar hasta después de las nueve de la noche. Sábados y domingos estaba trabajando en sus auditorías en su casa.
No se volvió a casar. A pesar de haber sido una mujer realmente bella. Ni mi hermana ni yo, remotamente éramos como ella: blancas, de ojos claros y arreglada todos los días impecablemente. Lilí fue realmente muy bella. Ahora, a sus 97 años, lo sigue siendo.
Lilí hace 20 años vive conmigo. Y es ahora sumamente anciana. Pero tiene miles de recuerdos que le llenan la vida. Y uno de ellos es precisamente que no le debe nada a nadie. Y eso es, en este tiempo, un privilegio. Ella está en paz. Gracias a Dios, Lilí hoy cumple sus primeros 97 años…
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