Hablar de Guillermo Romero Zarazúa, – Memo para los amigos – es hablar de fotografía, imágenes, amor por la existencia, vida y por supuesto compromiso social y cultural.
Me atrevería a asegurar, sin temor a equivocarme que Memo Romero nació con una cámara en las manos, o de perdis con el obturador en esa mirada que parece que abarca todo y devora los paisajes.
¿Qué sucede con un ser humano y gregario cuando la posibilidad de salir y mezclarse con el mundo le es arrebatada?
¿Qué sucede cuando a un fotógrafo, arquitecto paisajista – con el dulce oficio de aplanar las calles, y que no ceja en su intento sino hasta encontrar “la imagen perfecta” – le es arrebatada de tajo la libertad de ir al exterior a mirar colores, formas, sueños, nubes, mujeres y cielos?
Pues bien, esta historia es por todos conocida, a partir del mes de marzo de 2020 muchos de nosotros nos vimos obligados a confinarnos en el espacio de nuestros hogares, temerosos de contagiarnos o peor aún de contagiar a quienes amamos de un tremendo monstruo, capaz de arrasarlo todo a su paso y dejarnos hasta sin respiración y sin la oportunidad de despedirnos de aquellos por quienes levantarnos cada mañana vale la pena.
Durante los últimos quince meses hemos ido y venido de este encierro, con un semáforo a veces incomprensible, – en unas ocasiones con excesiva rigidez y en otras aparentemente laxo – que nos obliga a vivir en la paranoia de las posibilidades.
Muchos de nosotros, también hemos visto mancilladas nuestras fosas nasales en más de una ocasión para descartar el contagio. Nunca como ahora habíamos deseado con fervor ver un resultado NEGATIVO en una prueba…
Guillermo Romero Zarazúa – Memo, nuevamente pa’ los cuates – debió aprender a sobrevivir a esta pandemia, primero aceptando con dolor las pérdidas que esta infeliz trajo a nivel personal, - entendimos que iba en serio cuando el cerco fue cerrándose y nos convertimos en “esos” que también habían perdido a “alguien amado” – y luego a asumir la negación de la libertad para ser y estar afuera.
Fue durante esta emergencia sanitaria que Sol de medianoche, su más reciente exposición comenzó a gestarse, más de 30 placas fotográficas utilizando algunos de los trucos que este lobo de mar es capaz de llevar a cabo, capturando en esos momentos las imágenes en que la opresión del encierro hacía de las suyas.
La exposición puede visitarse durante los próximos 15 días en el Centro Toluqueño de Escritores, ubicado en la Plaza Fray Andrés de Castro de Toluquita la Bella, la eterna, la nuestra.
El día de la inauguración, el entrañable cariño de los amigos, las ganas de abrazarse, de reencontrarse, de mirarse y de decirse sin palabras: “¡Te extrañe, qué bueno que sigues aquí!”
Estuvimos todos los que pudimos y brindamos por los ausentes, sin mediar palabra, sabiendo que de ahora en adelante muchas de las cosas que vivimos podrían ser la última vez, y que entonces deben disfrutarse a tope. Cobijados por las imágenes que Memo compartió con todos, que ahora son de todos, y que multiplicadas por el milagro de la cultura, siguen siendo suyas.
Leer el texto de sala, producto de las cavilaciones y la amistad que hermanan al maestro de la lente con Alejandro Ostoa, es algo necesario para comprender mucho de lo que en esa sala ocurre, - por vida suyita, no lo vayan a dejar pasar- y luego abrir los ojos y el alma y dejarse caer en la madriguera del conejo, en ese espacio nombrado en honor a Alejandro Ariceaga, de donde al salir no seremos nunca los mismos.
Seguramente, si nuestra conciencia está lista para este momento seremos renovados y con ganas de vivir mucho, de reír mucho y de prolongarnos eternamente.
Larga vida a la imagen y a aquellos que aún en las situaciones límite encuentran fuerza para continuar creando.
Larga vida a los amigos y a los momentos que se capturan en instantes, para no morir jamás.