Una guerra se sabe cómo empieza,
no como termina.
Después de ver por todos los medios el armamento de la guerra en pleno: armas y a seres humanos escondidos para proteger a sus familias, nos preocupamos, pensamos en el futuro, en los nuestros; escenas que se van volviendo cotidianas en medios y redes sociales que dan cuenta del horror.
Se pensaría que nos referimos a Ucrania, pero no, se trata de los 17 fusilados en Michoacán, masacre a la vista de la gente, de una autoridad paralizada, sin recursos. Violencia que se sigue enseñoreando en Tamaulipas, Jalisco, Durango, Sonora, Guerrero, Guanajuato, San Luis Potosí, Baja California, Chihuahua, Veracruz, en la tierra caliente y el oriente del Estado de México, así como en su capital y zona conurbada; por algo se ha calificado a la entidad como la de mayor incidencia delictiva en el país, con más de 30 mil 897 muertos en lo que va del sexenio, y del 21 al 26 de febrero, 349 asesinatos en todo el país, de acuerdo con lo que informa el Secretariado del Sistema Nacional de Seguridad, mientras en Ucrania han muerto 352 personas, víctimas de la guerra y han sido desplazados 100 mil seres humanos.
Hoy existen colonias y pueblos fantasmas en las entidades señaladas que han sido abandonados por las familias, marchándose y dejando todo atrás. Ya sólo las habitan los muertos y las balas incrustadas en las paredes, testimonio de lo ocurrido. Se trata de nuestra guerra, la de México, la que ocurre en gran parte del país, la de los cárteles del narcotráfico que matan para adueñarse de los territorios en donde antes había autoridad, vida y ahora sólo hay violencia.
Los ucranianos defienden su casa, su territorio, su país y a sus familias de la invasión rusa. En nuestro país, la guerra se da entre hermanos, en el territorio que vio nacer a criminales lo mismo que a la gente que trabaja, hace familia y Patria. Para bien y para mal son hermanos.
En México, las drogas, el crimen organizado, e incluso la violencia callejera se inició hace más de tres décadas y no se le ve el fin porque no ha llegado el líder que sea capaz o quiera detenerla. Los intereses mandan.
