El domingo pasado al celebrarse el 106 aniversario de la promulgación de la Constitución de 1917, los desacuerdos entre poderes y entidades federativas no morenistas se evidenciaron.
Hoy, la imposición del ejecutivo ha destrozado el diálogo entre poderes. El Tribunal Superior de Justicia de la Federación vivió lo suyo hasta lograr la elección de la Ministra Norma Lucía Piña, como su presidenta, no afín al Presidente de la República; asimismo, en otro terreno, se ha pretendido pasar por encima del Código Federal Electoral y del Tribunal correspondiente para lograr los cambios a la ley electoral que modifiquen el proceso electoral vigente.
La Constitución se va convirtiendo de poco en poco en un referente a conveniencia del proyecto del presidente que busca lograr en el corto plazo lo que no se concretó por las vías constitucionales.
Lo ocurrido el domingo en Querétaro: el menosprecio a la Presidenta de la Corte y al Presidente del Congreso en el presídium, en términos de los lugares asignados, y los discursos de ellos dos y del gobernador Kuri (anfitrión del evento) dieron cuenta de cómo andan las cosas entre poderes: AMLO con su doble discurso, los diputados de Morena dispuestos a remover al Presidente de la Cámara de Diputados, Santiago Creel, la Ministra López Piña atenta a las decisiones que deberá tomar la Corte, y el Presidente del Instituto Nacional Electoral en su casa, ya que no fue invitado a la ceremonia.
Diría el gobernador Mauricio Kuri, en el discurso del domingo, que “cuando el diálogo falla, la violencia estalla”. Las recientes provocaciones así lo constatan. Cada día estamos más lejos de vivir en paz y dentro de la legalidad y de darse una buena relación entre la ciudadanía y la autoridad está más lejana.
No se pueden cambiar las leyes a cuatro meses de celebrarse elecciones en 2023, y a poco más de un año de 2024. Pasar por encima de los poderes y de quienes los presiden es pasar por encima de los principios constitucionales que nos rigen.
Pareciera ser que el Legislativo y el Poder Judicial estarán marginados por no estar sometidos al Ejecutivo. Las reformas constitucionales responderán a la voluntad de un solo hombre, y la ciudadanía, los otros poderes y la federación quedarán al margen.