Su sencillez ante los más humildes y su humanismo revolucionario lo distinguieron siempre en todos los ámbitos de su vida. Don Carlos Payán falleció el 17 de marzo, pero vivirá siempre su legado en la memoria histórica de México.
Nunca faltaba a los festivales de Oposición que organizaba el Partido Comunista, principalmente en el auditorio nacional, donde también conocí a Magú quien me regaló y dedicó uno de sus primeros libros sobre sus caricaturas.
Quienes tuvimos la oportunidad de ser parte de los trabajadores de la información bajo su dirección en el diario La Jornada, y antes en el unomásuno, donde fue director y subdirector, respectivamente, nos queda un grato recuerdo del hombre que siempre con democracia, sin prisas, tuvo la atención de pararse a escuchar a todo aquel que quisiera plantearle algún problema o inquietud.
Tal era su vocación de apertura que en una ocasión acudió a una de las asambleas del Sindicato Independiente de Trabajadores de La Jornada (Sitrajor) para escuchar propuestas y quejas. Y dijo que iría a las que fuera necesario si la asamblea acordaba invitarlo a través de la dirigencia en turno.
En ese tiempo el liderazgo del Sitrajor recaía en los reporteros Salvador Guerrero Chiprés y Juan Antonio Zúñiga quienes en negociaciones con la dirección y la gerencia de Carlos Payán lograron que se formaran lo distintos departamentos por sectores y que cada jefe del mismo ya no dependiera de manera centralista de la jefatura de información general.
Así, Don Carlos Payán también estaba de acuerdo en que todo el poder ejecutivo no estuviera en manos de un solo individuo. Siempre fue respetuoso de la vida sindical y, como recuerdan algunos compañeros, promovía que La Jornada tuviera un sindicato.
Yo era auxiliar de la redacción y me queda un muy grato recuerdo de Don Carlos Payán quien gustaba de estimular a su personal felicitándolo. Me ocurrió algo muy curioso pues todos los domingos y lunes, días de mi descanso, viajaba hasta Perisur a dejar a mi novia a su trabajo.
Después hacía escala en Balderas para leer los distintos diarios. Ese domingo estaba de guardia en la redacción la compañera Norma Peña quien me dijo que le habían reportado un asalto a mano armada de un comando de jóvenes a un hotel turístico del centro de la ciudad. Como no había reporteros disponibles me sugirió cubrir el hecho.
Me trasladé de inmediato al lugar de los hechos y tras el comando de policías del grupo Zorros, que estaba de moda, subí por las escaleras a la azotea del citado hotel pero mi impresión fue al llegar arriba y ver de frente el cuerpo de un joven, güero, hincado con la pistola en la mano y chorreando sangre por la sien derecha. Un elemento zorro le había disparado antes de que el delincuente alcanzara a accionar su arma.
Una vez consumada la detención de los que quedaban con vida y que fueran atendidos por crisis emocionales los extranjeros que pernoctaban en el hotel me trasladé con los detenidos y la policía a los separo donde fueron arrestados y después a la redacción de La Jornada.
Siendo aún auxiliar de la redacción decidí hacer mi adelanto informativo anunciando una crónica de los hechos. El reportero que cubría educativas, Enrique Garay, con más experiencia en la tecla me sugirió dejar la información sólo en una pequeña nota de agenda, pero mi intuición fue hacer la crónica, que, al día siguiente, lunes, se publicó en contraportada.
Esa crónica le gustó mucho a Don Carlos Payán quien emocionado me felicitó por ella y me sugirió seguir practicando la redacción de cada tema una y mil veces como quien aprende a tocar, por ejemplo, guitarra.
El martes siguiente que llegué a trabajar a la redacción en mi puesto de auxiliar, se acercó Víctor Ballinas y me dijo “ayer me llamó a la dirección Payán para hacerme un regaño, aparente regaño, que después me dijo era broma. Que en realidad me felicitaba por la crónica de contraportada. Pero le dije que no era yo el autor sino Víctor Zendejas. Hizo un uff y me sugirió no decirte nada pero ya te alerté”.
Ese martes ya al tanto y sin la emoción que hubiera preferido sentir y enfrentar por el supuesto regaño esperé la llamada del director quien una vez ante su presencia amablemente me dijo que me sentará. Entonces me encaró y me regaño, pero después se paró de su asiento y dijo que me felicitaba, que estaba emocionado por la narración de la crónica. Me felicitó efusivamente y me recomendó practicar la redacción una y otra vez pues consideró que hubo pequeños detalles que faltaron pero que no le quitaban mérito a lo escrito.
Es un agradable recuerdo de quien pude palpar su gran optimismo y desparpajo al bromear, lo que seguramente influyó en su ánimo de vivir cas a los 100 años, su profesionalismo, sensibilidad por el trabajo de su gente y gran humanidad, que no se volvería a ver después de su ausencia.
Viva pues por siempre el legado y ejemplo del gran director y defensor de causas justas Don Carlos Payán Velver.
*Presidente de la ONG Franature