La jornada del pasado domingo nos deja grandes enseñanzas y mucho que reflexionar. No tenemos tiempo de curar las heridas, tenemos que seguir en la batalla. En primer lugar, quiero agradecer a las y los ciudadanos valientes de Toluca que con toda responsabilidad acudieron a cumplir con su responsabilidad ciudadana. A ellos mi respeto y consideración porque la Alianza ganó en Toluca. También agradezco a la sociedad civil que realizó un gran esfuerzo, en muchas ocasiones con ingenio y sin reservas, para convocar a sus vecinos, familiares y amigos. No podría faltar el mismo agradecimiento a los partidos de la Alianza. Con mis colegas conocí nuevas visiones y grandes talentos, todos al servicio de la causa de la democracia.
Los fans de morena seguirán en su soberbia despreciando a quienes piensan y más a quienes piensan diferente, especialmente en la clase media, porque desprecian a las personas con aspiraciones que buscan mejor situación con su propio esfuerzo. Millones de mexicanos, no sólo de mexiquenses, fuimos derrotados que no vencidos. Estamos en una crisis de representación porque los ciudadanos no se identifican con los partidos políticos y no encontraron los motivos para salir a votar. Esa es una de las razones por las que tendremos que padecer la destrucción de las instituciones, la ineficacia y la corrupción que está por acceder al gobierno.
No logramos que la indignación de muchos se tradujera en votos que detuvieran la destrucción social. No generamos la motivación suficiente, ni los emocionamos y no fue suficiente ver la tasa de homicidios dolosos, la más alta de la historia, la delincuencia organizada coludida con la autoridad federal, el régimen de impunidad que ostenta este gobierno, los miles de muertos por la falta de medicinas o el mal manejo de la pandemia. Todo eso no importó, y muchos indignados manifestaron con su abstención el nulo interés por resolver estos problemas.
Ganaron los oficialistas con su clientela electoral. Utilizaron todo tipo de tácticas legales e ilegales para llevar a sus fans a votar. Triunfó la incompetencia y demostraron que una delincuente electoral puede ganar una elección. Sin carisma, sin campaña, con nula propuesta. Su único argumento: soy igual que AMLO y haré lo que él diga.
Tendremos que seguir soportando situaciones que no nos gustan. Aquello que creíamos superado y suponíamos habíamos dejado en el pasado, como la ineficiencia, la centralidad de la vida nacional, que partido y gobierno sean lo mismo; una realidad en la que las fuerzas armadas hacen y deshacen cosas que antes no hacían, metidos en todo. La democracia involuciona, retrocede, después de la promesa de que lo que hoy pasa no pasaría.
Lamentablemente se registró una baja participación social. El juego tramposo de las encuestas y su uso perverso, para manipular a los ciudadanos y meterles en la cabeza que no había nada que hacer, inhibió la asistencia a las urnas. No faltó, eso sí, la intervención ilegal de gobiernos estatales y municipales de otras entidades.
A pesar de este panorama pesimista, hay cosas qué rescatar. Lo más importante de todo, lo más valioso, es tener una institución como el INE. Ese INE que los ciudadanos defendieron de la embestida presidencial, al que pretendían desmantelar, demostró una vez más que tiene capacidad para organizar un proceso electoral confiable. Los cientos de servidores públicos del INE que visitan a ciudadanos insaculados, los capacitan, buscan o confirman espacios, entregan el material electoral y están toda la jornada al pendiente de los funcionarios de casilla, estuvieron en pie de lucha el domingo, todos los vimos y a todos nos tranquilizaba su presencia. Esta estructura perfectamente aceitada volvió a evitar, a pesar de todo, la clásica acusación de fraude electoral por parte de ciertos perdedores. Para las 10 de la noche del domingo no sólo se había publicado el siempre preciso conteo rápido, todos los participantes habían aceptado el resultado del proceso. Logro ciudadano, sin duda.
Creo que faltó construir una sana relación con los empresarios, con los medios y generar con ellos una alianza unificada. La pésima historia de algunos gobernantes y un gobierno estatal gris desligado de los sectores productivos y sociales se constituyeron en un lastre que no permitió a la candidata despegar el último tramo. Eso sí, en Alejandra del Moral tuvimos una gran candidata que supo conjuntar adversarios de antaño, como el PAN, el PRI y el PRD.
Me queda el mal sabor de boca porque algunos gobiernos municipales se vieron tímidos e inseguros, no se esforzaron en entender a los aliados y titubearon para dar un respaldo claro a la candidata, desde luego sin violar la ley. Necesitamos también una sociedad más activa, informada y participativa. Necesitamos recuperar a los partidos políticos para la sociedad y construir una gran coalición opositora, que incluya a los ciudadanos. Los partidos deben hacer política con los ciudadanos no contra ellos. Deben incluirlos en sus comités de campaña y deben entender la necesidad de organizar elecciones primarias para elegir a las y los mejores candidatos para el 2024.
Aprendimos que la defensa del INE valió la pena. Que las elecciones no se ganan sólo con una buena candidata, que se requiere una articulación mayor con la sociedad, que los partidos deben tomar más en cuenta su labor si queremos contar con ellos. Hagamos un recuento de los errores y los aciertos y a darle para adelante. Es nuestra responsabilidad como demócratas. No podemos fallarle a la República.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.