Algún colaborador acucioso recordó a su jefe, el Presidente Andrés Manuel López Obrador, que se conservaban 46 mil millones de pesos de las afores de los trabajadores que tienen 70 años o más sin tocarse y nadie los reclamaba. Trabajando el tema, se supo que todo lo que se movía de los trabajadores en activo, 6.2 billones de pesos, más los 46 mil millones sin movimiento, desde hace más de 10 años, podrían sumar para el presupuesto deficitario del gobierno (claro, sólo como préstamo).
Acto seguido se modifica la ley para que el gobierno pueda mover esos recursos que tanta falta hacen para concluir las grandes obras de AMLO, pero más a los trabajadores cuando lo necesiten y lo exijan.
Sobre este tema no se ha escuchado de manera fuerte la voz del sindicalismo, de sus líderes que tendrían que estar ocupados en la defensa de este derecho de las 10 afores existentes, lo que cambia el sistema pensionario que entró en vigor en 1997. No se han dejado escuchar. No han sido mencionados. No todos los trabajadores han cobrado conciencia que sus cuotas sindicales van a dar a su organización sindical que debe ocuparse de ellos y defenderlos del atraco. Con este escenario se encontrará quien llegue a gobernar el país en materia de deuda interna.
El presupuesto necesario, prioritario para todos los programas, es la tragedia de la administración pública del país que no alcanzará para las grandes obras ni para mejorar la condición de los grupos más pobres, marginados y atrasados del país con los programas sociales.
Hubo un tiempo en que los trabajadores luchaban en grandes grupos sindicalizados por sus derechos, en que si bien los líderes llegaban a ciertos acuerdos con la autoridad, el arribo de los trabajadores a sus reivindicaciones era lo primordial, apoyo necesario para que los trabajadores, mantuvieran siempre sus derechos y se hiciera extensivo a los no sindicalizados.
No podemos omitir que se trata del latrocinio que se planea hacer con las Afores. Por lo pronto, los trabajadores de 70 años o más, y lo que generó su trabajo, está en juego. Qué vergüenza.