Apostamos por el caudillo o por el líder

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Apostamos por el caudillo o por el líder

Jueves, 04 Julio 2024 00:32 Escrito por 
Juan Carlos Núñez Armas Juan Carlos Núñez Armas Palabras al viento

En días pasados me preguntaron si la oposición tendría que competir también con un (caudillo) populista pero de orientación derechista. Mi respuesta es que nunca será conveniente un populista por la degeneración al autoritarismo que trae consigo. De hecho, aún no sabemos si Claudia tendrá el coraje de deslindarse de López o se convertirá en la cara visible de un gobierno autoritario, al permitir la prolongación del mandato del caudillo que es Andrés. Pero, ¿nuestro país necesita un caudillo o un líder?

Antonio Aguirre Fuentes, de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, dictó una conferencia en la que afirmó que el caudillo es un acontecimiento, es el vínculo que genera el líder populista con las masas. Fuentes hace referencia a Sigmund Freud, quien en su obra "Psicología de las masas y el análisis del yo" concluye que la masa necesita ser conducida. Freud va más allá del populismo, desplaza el foco de opinión hacia el pueblo, pero aclara que el líder populista (caudillo) es quien construye al pueblo.

El caudillo es un objeto común, se transforma en el ideal del yo. Por eso sus seguidores tratan de emular algún rasgo del “amado líder” (caudillo), como cuando Claudia imita la manera de hablar para parecerse a su mentor, para que la identifiquen con él. El caudillo, así pues, es un acontecimiento, aparece, es contingente, no se forma, se encuentra. Mientras el país (el que sea) se cae a pedazos, el jefe supremo está a la expectativa, observa, no se inmuta, genera un aparato de propaganda en el que basa la comunicación con su pueblo.

Caudillos han existido toda la vida, de izquierda y de derecha, Mussolini o Hitler que, dicho sea de paso, no prometen bienestar, sólo la expansión de su proyecto tal como ahora propusieron el segundo piso de la 4T. Los caudillos han fracasado en diversos momentos, pero siguen apareciendo periódicamente. Aparece el mito del protopadre y parece un péndulo, el caudillo es la nostalgia del protopadre, que mantendrá las cosas dentro del orden según la visión de sus seguidores. Sin embargo, el caudillismo no se puede heredar por más que se quiera, el brillo dividinal sigue sólo al original, algo se traslada pero decae y hasta llega a invertirse el amor en odio. El caudillismo, tarde o temprano, produce una desgracia.

El caudillo mantendrá una pobreza controlada, mejora el nivel de vida de un reducido y selecto grupo, orgánico, del aparato de propaganda, pero al pueblo lo mantiene con una vida precaria a través de la cual disciplina a las mayorías. El caudillo construye la utopía y la oferta demagógica, que siempre terminan en muerte y carencia, sólo hay que revisar la historia. El caudillo cree que puede leer los deseos y las ambiciones del pueblo y que los encarna. En su mundo, la única voluntad que cuenta es la suya, la del jefe supremo. La masa se somete a su voluntad, los mantienen unidos, goza de la infalibilidad papal, nunca se equivoca.

La decisión del amado líder no cambia ante los argumentos, cuando se le critica todo es mentira, la libido del caudillo se adhiere y no se despega fácilmente, echa la culpa de los errores a los demás y la responsabilidad de las dificultades no superadas es de otros. De ahí que los foros sobre la reforma judicial no sirvan de nada, te oigo, pero no te escucho. Las razones lógicas esgrimidas en contra de esta desastrosa propuesta no tienen sentido, no tienen cabida en la “discusión” porque es una decisión tomada y punto, los foros sólo legitiman esa decisión.

El diario ecuatoriano “El Universo” publicó en febrero de 2019 un texto titulado "Educación en democracia para superar el caudillismo", en el que se hace referencia al psicólogo clínico Francisco Martínez Zea, quien dice que el caudillo llega al cargo cuando tenemos sociedades poco racionales y muy pasionales, es el tipo de líder que emerge de ellas. El texto manifiesta que el caudillo es un efecto del colonialismo, la marca que dejó en el inconsciente latinoamericano, el caudillismo es otra forma de colonizarnos, a través del discurso de poder disfrazado de democracia. También cita a Sigmund Freud, quien a través del psicoanálisis aporta una respuesta al fenómeno: la masa (el pueblo) no piensa, se somete a las palabras del caudillo que sabe leer las pasiones de las masas, o tiene un equipo que lo hace por él. En la masa se produce una conexión (con el caudillo) que logra sacar lo más primitivo del ser humano.La editorial también cita al abogado y conflictólogo Jacobo Quintero-Touma, quien aporta el siguiente contraste entre caudillo y líder:

  • El caudillo tiene estilo individualista para resolver los problemas. El líder tiene visión plural, puede escuchar a otros, el caudillo no escucha.
  • El caudillo somete. El líder inspira. El caudillo no deja su espacio de poder. El líder forma a otros que puedan continuar su legado y se hace a un lado cuando considera que hay que dejar el espacio a nuevos líderes.
  • El caudillo no admite sus errores, el que está en contra quiere destruir a la nación. El líder puede usar una equivocación como herramienta de aprendizaje, no pierde legitimidad si acepta que se equivocó.
  • El caudillo tiene una visión personal y la cumple por medio de sus seguidores. El líder establece una visión (y misión) compartida, crea una estrategia, todos participan y la recompensa es grupal. El caudillo actúa por impulso, con ocurrencias.
  • Un liderazgo real puede ser anónimo: la gente lo mira y ve un equipo. En el caudillismo siempre hay un reconocimiento personal: es su idea y es gracias a él.

Finalmente, en respuesta a la pregunta inicial, considero que esta sociedad necesita una revolución educativa y cultural que nos permita formar más ciudadanos y más líderes. Tengamos presente que el líder se construye a sí mismo, no hay una estrategia para formar a un líder, es un esfuerzo constante. Observarlos desde la escuela primaria y cuidar a esos futuros formadores de un destino. Yo sé que los hay porque los veo y me ha tocado convivir con ellos, pero necesitan ser impulsados por una sociedad de ciudadanos para hacerse visibles. Los partidos políticos deberían tener la responsabilidad de continuar la formación de ciudadanos, tanto quienes lideran los proyectos como quienes se asumen parte de ellos y los construyen y los defienden. Y los proyectos más grandes deben ser la democracia y la libertad. Si queremos evitar que la historia de caudillos se repita hasta el infinito, entonces formemos ciudadanos, no súbditos, no seguidores, no feligreses de un caudillo. Seamos valientes y convirtámonos en los líderes que cada uno está llamado a ser. No es fácil, pero es fundamental para recuperar, algún día, la democracia.

*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.

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Juan Carlos Núñez

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