Son las 3:33 de una tarde cualquiera. Las personas todas, tienen un algo con qué batallar. A mí por lo pronto, se me rompió la muñeca de la mano derecha. Me duele. Y la operación, pese a haber sido muy buena, la reestructuración es por demás muy difícil. Busco por todas partes quién me pueda ayudar.
Pido ayuda a mucha gente. Existen muchos rehabilitadores de excelencia en este lugar del Estado de México. Y veo poco a poco, a quién me pueda hacer funcionar la mano. Se quedó inmovilizada durante dos meses enteros. Y volver a hacerla funcionar está del ajo.
Así que, sin lugar a dudas, me pongo las pilas y le pido a Teresita Bravo, la esposa de mi amigo Leonardo Bravo, ex presidente municipal de Zinacantepec, y actual regidora, su apoyo. Me urge. Le llamo.
Y cuál no sería mi sorpresa que en ese preciso momento, le llama al director general del DIF de mi municipio, y me generan una cita para que un terapeuta de ese lugar, se entere de cómo me pasó el accidente, y de cómo hacer funcionar la mano. Es muy fácil, me dijeron, y me citaron.
Llegué a la avenida principal de Zinacantepec: 16 de septiembre. Allí estaba el centro de rehabilitación del municipio. Vi a muchas personas necesitadas que estaban esperando que les dieran terapia. Me recibió una mujer joven, espléndida, que me ayudó: Maya Ciénega. Es la Directora. Me dio la primera terapia con parafina, con electrodos, con ultrasonido y con la lámpara der rayos infrarrojos. Eso, además de que diario me pongo la lámpara Bioptronic que me prestó Carmen Peralta.
Cuando vi al famoso Teletón, me acordé de esta enorme transición que ha tenido el ser humano a partir de su aparición. Cuando vi al hijo de Azul Landeros, me acordé de la maravillosa gana de apoyar de su madre. Ella al lado de todas las González Torres. Eran cuando estaba Mario Calles de secretario de Salud, ayudaron a los centros de salud de los enfermos mentales. Yo las vi.
Así como también entendí que en el centro a donde había ido, se necesitaba de gran apoyo, porque desafortunadamente le faltan muchas cosas que son excesivamente caras. Por todos lados, desde donde lo quieran ver, se necesita mucho apoyo.
Desde ahora, me comprometo a ayudarlo en lo que más pueda. Al verlo, porque yo lo necesitaba enormemente, entendí que tal vez la vida me había mandado allí para entender que es más bendecido quien pueda ayudar a sus semejantes, que ir a pedir ayuda. Yo que requiero de tanto apoyo, me siento muy comprometida a darlo. Así lo haré.