Viene en muy poco tiempo, la celebración del 50 aniversario del “2 de octubre”, la matanza de estudiantes de Tlatelolco. Y eso es algo que el gobierno debe tomar muy en cuenta. Y si en verdad gana, -como dicen todas las encuestas hasta este momento, en que faltan solo 15 días para la elección-, el hasta ahora puntero, que ni se le ocurra al IFE dejar que se caiga el sistema como algún día pasó, porque habría no una raya más al tigre, sino 30 millones de rayas de los mexicanos pobres que ven en él una palabra que se llama “Esperanza”.
Este proceso nuevo que vivimos que se llama Andrés, que tiene tantos años como los míos, que lleva tres veces haciendo campaña y que los pobres ven como un “Tata”, ha ocupado como ninguno a las redes sociales para decir, sentir y dar a conocer qué es lo que quiere oír el pueblo mexicano.
No lo conozco. Lo vi alguna vez en mi Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Pero percibo la credibilidad que la gente le tiene. Esperanza, le dicen.
Y basta con que mi queridísima Olga Sánchez Cordero, que desde que recuerdo --siempre me la pusieron como ejemplo a alcanzar--, esté cerca de él, para que yo volteé y lo vea actuar.
Francamente en este momento de vida, cuando trabajé años enteros para mi partido, que no se me tome en cuenta para nada, no me hace mas que tener mucha tristeza y desearle lo mejor a mi querido México.
Tampoco conozco a Anaya ni a Meade. Del último, tengo por mis parientes más cercanos, la más buena de las opiniones. Sé que también es un hombre preparado. Fue el compañero de mis primas en el ITAM. Sé que es ahijado de un entrañable amigo mío. Sé que es un hombre decente. Pero tiene a cuestas un partido que fue el más estabilizador de esta nación mexicana por muchas décadas y de sopetón, en seis años está destruido. ¿Y las bases, no importan?, me digo.
Es muy triste que así acabara este sexenio que iba hace cinco años, con una aceptación de setenta puntos, y acaba con siete. Triste. Enrique no se merecía los ayudantes que tuvo cerca. Como ser humano, como mi vecino por doce años, siempre fue un extraordinario ser humano que no se merecía esto.
Hoy está a punto de acabar una historia de mi partido. Eso pone a toda una generación de administradores públicos, de políticos mexicanos, de seres con identidad, con valores y virtudes al borde de un desequilibrio.
Y pasa, porque hemos estado, por ejemplo, durante el sexenio de Fox: sin presidencia, presidente y gobierno; durante Calderón, con una guerra intestina contra el narcotráfico que nos ganó; y con nuestro querido Enrique, en manos de Videgaray y compañía que no supieron qué hacer con el gobierno, gobernantes y gobernados.
Viene el “2 de Octubre” Mientras Echeverría está en arresto domiciliario por dejar que sucediera esa matanza tan brutal en Tlatelolco, para nuestros jóvenes mexicanos, pido al universo con toda mi alma, que este próximo 1º. de julio exista un gran orden, en donde todo y todos confluyan y se alineen los astros alrededor de nuestro país. Nos lo merecemos. México está por encima de cualquier circunstancia. Y una guerra a estas alturas, sería descomunal. Digo.