"Y el poeta recordó que existen cuatro cosas en la vida que no se recuperan:
Una piedra, después de haber sido lanzada.
Una palabra, después de haberla dicho.
Una oportunidad, después de haberla perdido.
El tiempo, después de haber pasado".
Nadie cruza nuestro camino por casualidad. El hecho de que estemos reunidas aquí, en este lugar y con la gente que queremos y nos quiere, es simplemente una nueva aventura de nuestro vivir. Cosas van y cosas llegan de sopetón y sin previo aviso. El hecho de enfrenarlas, abordarlas, solucionarlas, de resistirlas: mirar pal frente y nunca para atrás, ni para tomar vuelo: –eso– nos hace diferentes. No cabe duda, de que somos seres extraordinarios.
Hoy de nuevo Martha Hilda está presente en nuestras vidas. Y esto nos provoca tomar una actitud con una actitud responsable, comprometida, solidaria, arropadora, condescendiente, comprensiva, complaciente, deliberada de saber que al estar juntas con alguien que nos quiere, estamos más que unidas. Porque somos mucho más que dos: mujeres solidarias… habrase visto.
Dice Thorthon Wilder que “Donde existe lo desconocido, existe aún la esperanza”, en su famoso libro, Los Idus de Marzo. Y esto es el comienzo de un suceso, que muy probablemente cambie la historia de la vida de muchas de las personas. Por supuesto que no se avecina como fácil. Pero es de retos, es de lo que vivimos quienes estamos en este Estado. Y todos han sido superados.
No recuerdo la primera vez que vi a Martha Hilda. Pero me unen a ella varias cosas. Extrañamente ella tiene mi mismo nombre, pero sin G. Igual que Ana Lilia, que es al revés de mi segundo nombre: Lillian. Caso raro.
La recuerdo cerca de Nieves, aun estudiando y cerca de mi casa, por allá por el Barrio de San Sebastián. La recuerdo trepada en un banquito, secretaria ella del presidente de la cámara de diputados, y hablándoles a las mujeres que llegaron aquella vez a la Cámara.
La recuerdo cerca de Laura. Y de Isidro, y de Gabriel. Pero más, la recuerdo cerca de sus tres chiquitos –que le salieron bellos—y siendo una mujer muy particular en su forma de hablar, de vestir, de puntualizar las cosas. De poder llegar a un lugar y hacerlo brillar. En lugares muy distintos: como subprocuradora, como dirigente, como diputada, como mujer. Como madre, como compañera, como amiga, como un buen ser humano. Como quien invariablemente presenta los libros que yo me las ingenio en escribir, y porque sí, ella los da a conocer.
Te acaban hace poco de hacer la próxima Secretaria del Trabajo. Esto cambiará la vida y el destino de muchos hombres y mujeres de nuestro Estado. Y por supuesto que habrás—Martha—de hacerlo mejor que nadie. No puedes equivocarte. No estamos para ver si puedes, sabemos que porque puedes: debes. Tienes que hacerlo, nos lo merecemos.
Y aquí estamos estas tus amigas, las escritoras, las periodistas, las comunicadoras y mujeres que te ofrecen su amistad con la mano fuerte, inteligente, solidaria… porque sé que tú eres nuestro par.
Has venido muchas veces a ver a estas mujeres de la AMMPE. No son mujeres fáciles. Al platicar con ellas, sabes que no es una lucha de poderes ni de inteligencias: sí de ejercicio político. Y de logros y valores y de un excepcional y afinado conocimiento del ser humano.
No hay límites de competencia. ¿Los tuyos? El universo entero. El trabajo de muchos años guardado en rinconcitos de experiencia, valor y ganas. De grande esfuerzo y tenacidad. De inteligencia y antes que nada, de orden y sensibilidad. De tomar en la mano el sentimiento de la gente, amasarlo y cubrirte con él: entenderlos con amor. Con ese amor que te tiene tu creador, querida Martha Hilda, a ti que eres un ser privilegiado. Porque tú no podrías sola nada.
Te lo tengo que decir antes de que pase más vida: serás edil. Es un privilegio que en este momento de tu vida, en estas circunstancias tan difíciles, le estés sirviendo como única escogida, a la capital del estado más importante de nuestra nación, de donde se derivarán mil esfuerzos más: programas de política y más política.
En verdad vemos en ti una promesa que nos merecemos. Eres una parte de nosotros. Eres un logro muy importante de nuestro país. Contigo nos une sencillamente la esperanza.
Y con esa vamos contigo. Porque lo único que necesitamos estas mujeres, vividas, trabajadas, exitosas, famosas, cansadas, gloriosas, célebres, honorables y absolutamente dignas, es un reconocimiento y un apapacho en el alma.
Ese que tú siempre nos das. Tenemos en ti esperanza. No se te olvide.
Que Dios te bendiga.