En el homenaje al poeta mexicano, Eduardo Lizalde, el presidente de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, Raúl Padilla, celebró los 70 años del trabajo de Lizalde, a quien calificó como “el poeta vivo más importante en México”.
En la ceremonia estuvieron presentes Jaime Labastida, Fernando Fernández y Raúl Padilla. Ganador de diversos premios como el Premio Iberoamericano Ramón López Velarde, el Premio de Poesía Jaime Sabines, el Premio Internacional Alfonso Reyes y el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria.
“Como prismas, los poemas de Lizalde ven la luz desde distintos ángulos” comentó el presidente de la FIL para dar inicio a la celebración.
Jaime Labastida, por su parte, mencionó la larga amistad que ha sostenido con el poeta desde hace 60 años. Durante su intervención, evocó los tiempos en los eran vecinos y comentó que “podría decirse que Lizalde nació poeta completo”, tras admitir que abusaría de la palabra que Raúl Padilla le cedió.
Para describir las virtudes de le obra de Lizalde, Labastida rescató la premisa de la imposibilidad de nombrar las cosas, característica que, comentó, tiene mucho que ver con gran parte de las letras que ha escrito Lizalde a lo largo de su vida.
La influencia del filósofo austriaco, Ludwig Wittgenstein, y la reflexión poética del lenguaje son tan sólo dos de los atributos que Labastida sostuvo para referirse a la obra de su amigo, a lo cual agregó: “Él no calla, acaso porque puede hablar de algo”. Hizo mención particular del poema “Tercera Tenochtitlan”, que desde su perspectiva “describe a profundidad una Ciudad de México que se identifica con la destrucción”.
Al finalizar Jaime Labastida, tomó la palabra Fernando Fernández quien dio lectura, en palabras del propio Eduardo Lizalde, a un“notable ensayo” sobre la obra del poeta y el adjetivo. Fernández retomó a Vicente Huidobro con la frase “Adjetivo que no da vida, mata” – en su obra “Arte poética”– y subrayó la cualidad de Lizalde para enaltecer, siempre de forma detallada y exacta, de cuatro o cinco adjetivos por sustantivo, particularmente en el poema “Algaida”, del cual leyó fragmentos para después enfatizar cómo “todo resplandece con una luz particularmente poderosa”. Con la atenta escucha de Lizalde, Fernando Fernández prosiguió con la lectura de su ensayo, con la certeza de estar ante alguien que, para él, es definitivamente “el primer poeta mexicano”.
Para mostrar su agradecimiento, el poeta Lizalde decidió leer dos poemas, en lugar de seguir comentando su obra. Acompañado por fragmentos de “La metamorfosis”, de “Ovidio”, y “La Divina Comedia”, de Dante, la figura imperante fue siempre la de las estrellas y la luz, elementos presentes en su libro “Algaida”.
Finalmente, el poeta rescató una reflexión sobre su poesía a partir de una referencia a la obra de Antonio Machado: “No son versitos, sino paisajes”.