Toluca
Cuando una persona recibe el diagnóstico de cáncer, lo primero que viene a su mente es la imagen de la muerte. Experimenta una sensación de desesperación por no haber acudido antes al médico, enojo por no haber programado revisiones médicas frecuentes o ignorar los síntomas detectados antes de recibir una noticia que parece fatídica. Sin embargo, hay otra imagen, la de la fuerza, la fe, la confianza, la alegría de la vida. Así es como se describe María de la Luz Quintero Torres, de 69 años, sobreviviente del cáncer de mama.
Hace tres años fue operada de una mama que le retiraron al detectar a tiempo un tumor cancerígeno. Ella identificó este mal gracias a las mastografías que cada año se practicó.
“De un minuto a otro cambió la bolita que sentí un día en el seno. Se transformó, fue algo tan rápido que no hubo tiempo para esperar más”.
Es una mujer con mirada chispeante, cabello corto, cuerpo atlético, con un rostro bello que más allá de facciones perfectas destaca la fortaleza y seguridad para sonreír, porque venció una batalla que tan sólo el año pasado abatió a 325 mujeres que no recibieron atención oportuna para detener el cáncer.
“Hay mucha falta de información, existe el miedo, el terror de encontrar algo y que el médico nos dé información que nos aterra. Todos pasamos por esta sensación, pero debemos aprender a seguir adelante, abrazar la vida con toda la fuerza que haya en nuestro ser para continuar cada día”.
Narró que en su caso más que preocuparse se ocupó en localizar a la persona indicada que le permitiera superar este trance. “Encontré a un ser confiable, pero el apoyo de mi familia fue crucial”.
Una mujer que ya había sufrido lo más duro, uno de sus dos hijos perdió la vida, tres años después surgió este padecimiento crónico a pesar de los cuidados que brindaba a su cuerpo anualmente. “Lo fundamental es el acompañamiento de dios”, dice.
Es alumna de yoga, de zumba, ahora de natación, que sirve para superar algunas secuelas del cáncer, como el linfadema (un tipo de inflamación que ocurre cuando la linfa se acumula en el tejido blando del cuerpo). “En mi caso no tengo ninguna incapacidad, me aseguré muy bien de seguir cada una de las instrucciones del doctor, activarme y movilizar mi extremidad en el tiempo que me indicaron, por ejemplo tras seis meses de ser intervenida retomé algunas de mis actividades en el hogar, pero sigo teniendo los cuidado”.
La batalla contra esta enfermedad debe ser tan rígida como se siente en el cuerpo la tensión al escuchar que hay un tumor maligno, igual de fuerte, porque ceder un poco es permitir a las células avanzar: “no tenemos por qué hacerlo, porque esto no nos puede cambiar la vida, nos puede hacer más fuertes, pero nunca extraviar el objetivo que es vivir”.