Alicia Quijada-Toluca
En Toluca son detectados menores en posibilidad de convertirse en niños migrantes hacia Estados Unidos, que habitan en condiciones de pobreza extrema o alimentaria, quienes tienen familiares en la frontera con México y se los podrían llevar de forma ilegal.
Al mismo tiempo la presencia de familias de migrantes provenientes de países como El Salvador y Honduras, ha convertido las calles de la ciudad en “un área de paso, es decir, vienen de Centroamérica personas adultas con niños. Cuando llegamos a contactarlos procuramos, a través del Instituto Nacional de Migración, verificar su situación y dentro del marco de competencia apoyarlos”.
Así lo dio a conocer la titular del área de Servicios Jurídicos y Procuraduría de la Protección de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia en la capital, Iraís Jazmín Brito Mendieta.
“Hacemos conciencia sobre su estancia en el país, en su entorno y los alentamos a lograr desarrollarse. Una de las misiones es lograr estabilidad económica”.
Este ejercicio que lleva a cabo el DIF municipal es parte del programa METRUM, que se encarga de atender a menores trabajadores urbano-marginales, es decir, dentro de la gente vulnerable, aquella que más adversidades enfrenta y siempre se trata de niños o adolescentes.
Bajo esta perspectiva, acuden a la “captación” de los beneficiarios a través de recorridos por la ciudad en áreas receptoras o donde concurren niños en estas condiciones, y las expulsoras, las paupérrimas, donde se concentra la mayor cifra de infantes.
Una vez que son detectados, generan empatía y contacto para conocer su situación, a veces mediante trabajo social, en otros casos con psicólogos, una vez logrado el contacto conocen su historia de vida, los promueven para una beca de 2 mil pesos en 10 exhibiciones que bien pueden ser recursos federales o estatales.
“Lo que procuramos es brindarles seguimiento, conocer su evolución en la escuela, cómo es la integración familiar. La meta es que tengan acceso a una vida libre de violencia, crecer en un núcleo que les permita ser felices”, explicó la funcionaria, quien añadió que por ello complementan las clases escolares con cursos de cómputo, idiomas, algunas actividades artísticas, incluso que aprendan a elaborar manualidades o en el caso de los adolescentes, los preparan para que puedan acceder a clases en los Cecati y egresar como técnicos en carpintería, computación, serigrafía u otras.
“Muchas veces les planteamos esta opción de vida, algunos son renuentes porque necesitan el ingreso fijo en su hogar, pero tienen la oportunidad de aprender panadería, repostería, música. Reforzamos los valores familiares y sociales mediante actividades como narrativa de cuentos, exposición de sus derechos, la importancia de los valores, prevención del trabajo infantil, temática de riesgos en la calle”.
En Toluca al menos 88 niños son atendidos de manera permanente a través del DIF para evitar que continúen en situación de calle. Algunos rescatados de esa vida, porque algunos de estos menores no tenían dónde vivir y por ello trabajaban en la vía pública. Del total, 85 fueron captados en 2017, en cuatro casos hubo necesidad de intervenir debido a la violencia ejercida en su contra y dos debieron ser cambiados de hogar.
Complicada situación
Sin embargo, todos los esfuerzos son inútiles si los adolescentes que crecen desempeñando actividades de vendimia o espectáculos en la vía pública tienen hijos que crecerán en las mismas condiciones, reconocen autoridades municipales.
“Desgraciadamente el trabajo callejero es un problema social tan arraigado que lamentablemente tiende a crecer porque el sector poblacional que carece de oportunidades se convierte en adulto. Fueron niños en situación de calle, luego jóvenes ya en la calle, finalmente padres a temprana edad de menores que regresarán a ese círculo. “A veces las instituciones nos vemos rebasadas porque estamos trabajando con un porcentaje de menores beneficiarios pero se multiplicará la cifra en un momento por el desarrollo humano natural, y sus hijos estarán en la misma situación”.
Brito Mendieta afirmó que son muchos los muchachos que vislumbran poder atender, pero ya son madres o padres de 15 años en adelante y que requieren un apoyo para salir adelante “primero buscamos atender a los que tienen bebés”.
La mayoría de quienes la institución apoya actualmente limpian vidrios, venden dulces, lanzan fuego, divierten a los conductores con espectáculos de payaso, cuentan chistes, son mimos o venden paletas, chocolates e incluso piden limosna.
Sus edades van de los cinco y 15 años, lo que genera más conflictos puesto que los adolescentes ya tienen familias de hasta dos o tres bebés que seguirán el mismo tipo de vida, reveló.
Los menores detectados en esta actividad provienen de colonias y delegaciones como San Cristóbal, San Andrés, El Cerrillo Vista Hermosa, Centro Histórico, Zopilocalco, quienes tradicionalmente trabajan en Las Torres, La Maquinita y El Seminario, además del Mercado Juárez.
Casi todos declaran estar acompañando a sus papás mientras trabajan, pero pocos dicen la verdadera sensación que les deja sortear vehículos por más de 12 horas al día o esquivar a la autoridad que retira el comercio ambulante. “Lo que tratamos es de ganarnos su confianza, acudimos con un grupo multidisciplinario que incluye asesoría jurídica, psicológica y, tras ganarnos su confianza, entonces intervenimos ya sea para ofrecer a sus padres o a ellos alternativas de vida.
“El ciclo de pobreza está marcado por características como el abandono de los estudios, truncar la educación es uno de los indicadores de las condiciones económicas. Por tanto, procuramos resarcir el derecho como herramienta principal, para romper con los eslabones de este ciclo, porque de lo contrario es privarlos de la oportunidad para mejorar las condiciones de vida”.
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