Roma

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Roma

Martes, 26 Febrero 2019 12:02 Escrito por 
Roma Con singular alegría

Que ganara la película Roma, me conmovió inmensamente. Y esto fue, lo sé, porque a mi también me tocó convivir con mis “nanas” todo el tiempo. Mi madre es una contadora pública y auditora de excelencia. Solo sabía, además de trabajar en mil lados, incluso como maestra en la UNAM, hacer pays de limón y chuletas ahumadas.

En mi casa, las “nanas”, eran las que hacían de todo y de lunes a domingo. De comida: sopa, arroz, guisado, frijoles, postre y agua. Las que lavaban la ropa y la planchaban. Las que cosían; las que enceraban los muebles; las que nos bañaban, peinaban, vestían y nos llevaban a la escuela. Las que estaban cerquita cuando tocaba hacer la tarea, sin que supieran leer. Las que nos acompañaban a las clases de piano, danza y natación. Las que estaban todo el día con nosotros.

De las que aprendimos sus costumbres, religión y forma de ver la vida. Las que nos enseñaron nuestras primeras palabras en mazahua, otomí, matlatzinca, náhuatl o del lugar que hubieran llegado. Cosmogonía ancestral. Magia en la Luna y sus ciclos; formas sorprendentes de percibir al mundo. Otra óptica, otro contexto, otro sentido de vida. De las que fueron nuestras madres sustitutas.
Mujeres que, al ser expulsadas de sus lugares de origen, vinieron a la capital y tuvieron una familia: la nuestra.

Eterna connivencia de dos mundos bien distintos y distantes que al fin se unieron. Sincretismo puro. Por ellas me esforcé alguna vez en hacer un buen programa para los indígenas del Edomex, dentro del Coespo que tenía esta encomienda, hace ya largos 30 años.

Roma es una historia de vida de uno de los mejores directores del mundo. Que, en este momento, está en todas las primeras planas y noticieros, con tres Óscares. Un mexicano clase media, que ahora se convirtió en un emblema nacional. Película en blanco y negro muy larga. Triste historia. Confieso que la vi por pedacitos y se me hizo larga, larga.

El papá que deja a la esposa y a los hijos. La “nana” que se regresa a su tierra, y se encuentra a su ex novio que la embaraza, que se vuelve paramilitar  y que no quiere volver a saber de ella. ¿Cómo para qué? ¿Para complicarse la vida? Una historia del absurdo cotidiano. Entremezcla un movimiento muy difícil, como el de 1968, con una familia clase media alta, de la colonia Roma.

Esa historia tiene un largo motivo: el homenaje del director a una amiga, compañera, madre adoptada, y la manera de que Alfonso Cuarón la percibió desde su propio recuerdo de niño, hasta en la forma en que fue rescatado por Libo, que casi ofrenda su vida, sin saber ni siquiera nadar, para salvarlo a él y sus hermanitos, cuando estaban solos en una playa de Acapulco ahogándose.

Y ella mujer de nombre raro: Yalitza, indígena, de tez morena, de transparencia --y gran amor a los chiquitos a los que de verdad cuidaba en su pueblo natal cuando la encontró Cuarón--, de repente y de sopetón, se convirtió en un mega, recontra super ganadora de la vida. Como Cuarón que, con sus recuerdos, ganó sus Óscares: en Fotografía, Dirección y a la mejor película extranjera. Y con ella, millones de mujeres trabajadoras de casa, que no tienen ningún derecho y sí mil obligaciones.

Va por México, dijo. Y así como en todos lados fue visto Alfonso Cuarón, así se prolonga el nombre de nuestro país, con el gran orgullo que todos tenemos: Ahora sí: Viva México.

 

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Gilda Montaño

Con singular alegría