El concepto de centro-izquierda no ha sido más que un pretexto para que algunos individuos o grupos le hagan honor a la práctica que nutre al capitalismo monopolista de Estado (al buscar ser amables con el neoliberalismo), grado que según la teoría marxista-leninista es la última etapa del imperialismo, y cuya descomposición acaba con éste.
Así vemos medios que se dijeron de centro-izquierda y terminaron dependiendo completamente del erario público concentrando poder político, instrumentos de producción y aplicando una política de derecha contra sus trabajadores. No hace falta dar nombres, la sociedad tiene bien claro de quienes se trata. Y cuando se habla de medios nos remitimos a la definición que de los mismos plasman en su obra Frédéric Barbier y Catherine Bertho Lavenir Historia de los medios, de Diderot a Internet.
La definición de centro-izquierda, para el caso mexicano, sería la que durante el echeverrismo dieron los analistas Alonso Aguilar M., Fernando Carmona y Jorge Carrión en su obra Capitalismo monopolista de Estado y crisis, publicada inicialmente en la revista Estrategia: “la que toma del capitalismo supuestamente la LIBERTAD y del socialismo la JUSTICIA.”
En el caso del diario La Jornada, que se conformó con la idea de ser de centro-izquierda ¿podrían los trabajadores sindicalistas despedidos injustamente decir que tuvieron la libertad y la justicia que demanda el criterio expuesto y que fue bandera del medio durante algunos años, después de ser golpeados en sus derechos sindicales? Habría que preguntarle, por ejemplo, a la ex trabajadora de publicidad Sandra Rojas lo que vivió laboralmente.
La libertad y la justicia se enmarcan en el ejercicio de la DEMOCRACIA, pero para el caso del diario La Jornada habría que preguntarse también, en base a lo denunciado en el libro Granados Chapa escrito por Humberto Musacchio, que habla de que la dirección de ese rotativo iba a ser cada cuatro años, si la hubo después de que el director fundador Carlos Payán Velver estuvo doce años en el cargo y Carmen Lira Saade se ha eternizado desde 1996 en el mismo.
En el concepto marxista-leninista se es de izquierda o no cuando se trata de un proceso de cambio revolucionario, pero no tiene cabida la centro-izquierda, mucho menos cuando se trata de ser amable con el neoliberalismo, o conducirse a tratar de ser parte del capitalismo monopolista de Estado (concentrar la riqueza producida por la clase trabajadora en unas cuantas manos).
Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador contendió para la presidencia de la República contra Felipe Calderón Hinojosa, los empresarios representados en el Consejo Coordinador Empresarial adujeron que había una izquierda moderada a la que el pueblo de México tenía que voltear a ver y votar por ella y que estaba representada por Cuauhtémoc Cárdenas.
Esto es, ante la posible pérdida del poder político, los empresarios buscaban venderle a la sociedad una centro-izquierda amble o una izquierda “moderada” (amable con sus intereses), pero que no llegara a la Presidencia a quien tacharon de “un peligro para México” por representar para ellos una izquierda radical, o simplemente izquierda a secas.
“Funcionarios del gobierno, empresarios privados y economistas al servicio de la clase en el poder gustan de repetir que la nuestra es una economía ´mixta´, una economía no comprometida en la que bajo el régimen jurídico de la Constitución política de 1917, y conforme al ideario democrático de la Revolución de 1910 los intereses individuales y colectivos y aún los más graves conflictos de clase se concilian armónicamente dentro de un sistema social, que sin ser capitalista ni socialista, escaparía a los extremos y a las fallas de uno y otro y tomaría, de ambos, lo mejor”, definieron en su obra los críticos contrarios al echeverrismo. Mejor resumen de lo que debiera ser centro-izquierda.
Si en algún medio en el entorno capitalista se hubiera hecho realidad esa teoría empresarial, se estaría viviendo el romántico concepto de centro-izquierda. Queda a los lectores concluir si en el diario La Jornada se cumplió históricamente con los principios de centro-izquierda después del despido masivo de sindicalistas y la inminente desaparición unilateral por la empresa del contrato colectivo de trabajo, y la demanda penal contra quienes fungían democráticamente en el cargo de secretaria general del Sindicato Independiente de Trabajadores de La Jornada (Sitrajor), Judith Calderón Gómez y secretario de Organización, Leonardo Mondragón.
El juicio de la historia, por escribirse, pondrá a cada quien en su sitio. Y el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, está plenamente consciente de este proceso histórico, por lo que tendrá que definirse si está por la justicia a favor de los sindicalistas injustamente despedidos del Sitrajor o aceptar una mancha en su trayectoria sexenal que nadie podrá borrar en las líneas de la verdad a plasmarse.
Lo sabe, es un apasionado de la historia por lo que no deberá mostrar debilidad amorosa ante amiguismos y compadrazgos puesto que los cuestionamientos sobre el proceso de los medios de comunicación y su nueva era de comportamiento ante ellos pasará por el juicio severo de las líneas a escribirse. Andrés Manuel López Obrador no querrá quedar manchado. Creo. ¡Imagínense!
*Presidente de la ONG Franature