Qué risa me da. Eso de querer poner en orden al desquiciado, descontrolado, deshecho, y nunca antes ordenado sistema de transporte en este estado: coches, camiones y taxis, está en chino de verdad. Nadie ha podido. Ni Isidro. Esos que van jugando carreras y desquiciando el tráfico; esos que van sin pasajeros… Esos que creen en el cuento de nunca acabar.
Ahora resulta que a partir de que en la Ciudad de México hubo una contaminación espantosa, en Toluca se dieron a la tarea –y espero que en todo el Estado también—de que los vehículos todos, serían checados… pero ¿en verdad usted cree que esto será posible? Nada de lo que se ha intentado. Y así: allí van enormes camiones de carga, de simple o doble remolque, con cantidad de gas combustionado haciendo estragos en nuestros pobres pulmones. Y los de todo lo que nos rodea.
Hace tiempo escribí que se deberían de instalar ‘filtros’ a los camiones, cosa que suena muy raro. ¿Qué es lo que se intentaría filtrar? Las partículas de humo son demasiado pequeñas y para filtrarlas se necesitan medios con poros igualmente pequeños, o filtros de tipo tejido de cordones enrollados, los cuales no son 100% eficientes. Los filtros para purificar aire se llaman High Efficiency Particles in Air o HEPA.
Para un camión serían muy grandes, deben ser resistentes a muy altas temperaturas y se saturarían muy pronto. Además castigan la potencia del motor y aumentan el consumo. La tecnología existe para las plantas es negro de humo, los elementos filtrantes son de tejidos de fibra de vidrio y son muy grandes en comparación con otros tipos de filtración para limpiar aire. En la industria tienen mecanismos de limpieza muy frecuente para recuperar el negro de humo que consiste en partículas de una micra de diámetro. Pero en un camión esto sería impráctico y no elimina los hidrocarburos no quemados ni el azufre.
Otra cosa son los convertidores catalíticos. No tengo información de su existencia para camiones, si pueden quemar las partículas de hollín y qué tanto soportan el alto contenido de azufre.
La solución es otra: aplicar las técnicas de reconstrucción de los motores, mantener la alta compresión, ajustar o cambiar los inyectores y controlar el tiempo de inyección para la correcta ignición y combustión. En Europa y USA vemos que los camiones no echan humo y huelen menos. Seguramente usan diésel más limpio y con menos azufre. Se dice fácil pero Pemex tiene que reactivar la construcción de plantas de diésel ultra bajo azufre. Con un montón de millones de dólares.
Ya es hora de que las autoridades hablen con claridad y definan medidas técnicamente correctas. Deben hablar con los fabricantes de los motores, el IPN, otras universidades y asociaciones profesionales. Implantar programas de capacitación y certificación de los mecánicos que operan los llamados laboratorios de motores diésel.
El círculo se completa con un buen sistema de verificación que aplique a todos los camiones locales y foráneos, carga y pasajeros, pero sin corrupción ni intereses personales de los políticos.
No se ve fácil pero no hay de otra. Y tendría el beneficio de reducir el consumo y gastos de los dueños de los camiones. Sería pues un milagro que esto se hiciera y se pusiera orden al servicio de transporte público. Un milagro que merecemos los mexiquenses.