Quizá me gane ser quemada con leña verde y a fuego lento, pero ahí va, porque muchos viven como si tuvieran la vida comprada y otras más aseguradas.
Muchos matrimonios siguen con vida por los hijos, por las apariencias, por no fracasar, por interés económico, y por otros factores, entre ellos afortunadamente se cuenta el amor, que es el más fuerte. Pero nos enfocaremos en los que lastiman y dejan una mala semilla a nuestras niñas y niños, porque ellos crecen con la idea que, aunque no exista, amor hay que "aguantar" por los hijos, aunque vean que ya no existen muestras de afecto; hijos que ven una vida gris y hasta faltas de respeto, gritos y sombrerazos.
Lamentablemente existen patrones que se repiten y estamos formando a personas que no busquen su felices, por cumplir las normas y apariencias sociales.
Si bien hay parejas que han superado las etapas del acoplamiento, del embarazo, los hijos, la vida cotidiana, infidelidades, rutina y hasta violencia, otros más, sin hijos, pero con muchos deseos de cuidarse, de compartir momentos, de complementarse, de compartir simplemente más momentos juntos, existen quienes se han resignado a no vivir una vida feliz y plena como Paty, a quien agradezco su confianza de compartir su vivencia.
Paty, tiene 45 años de edad y 18 de casada, los primeros siete años fueron buenos; los siguientes sin sentido, sin ilusión y sí con mucha presión de seguir aparentando una matrimonio feliz y estable; sin embargo, sus tres hijos viven la frialdad de su relación, la obligación de estar juntos, y por ende la indiferencia de un matrimonio.
"Extraño la ilusión del amor, que mi esposo se preocupe por mí; yo no sólo soy mamá, soy una mujer que aún está viva, pero nunca podríamos separamos, nuestras familias nos señalarían. Todos saben que no somos felices, pero por los hijos tenemos que aguantar, esta vida nos tocó, ya estoy grande", relató Paty.
A Paty le pregunté si le gustaría que sus hijos vivieran una vida similar a la suya, y me respondió, "yo quiero que ellos sean felices, no quiero una vida gris para ellos", respondió.
Muchos dicen que "juntos hasta que la muerte los separe"; otros, que "hasta que el amor dure"; otros ya no quieren compromisos.
Lo cierto es que ahora existe gente menos feliz, matrimonios de apariencia que, ante la sociedad son esposos y padres ejemplares, pero al cerrar la puerta de casa, ya no existe romance, complicidad, pasión, solo padres de familia que sacrifican su vida por sus hijos enseñándoles que la responsabilidad está por encima de su felicidad como mujer o como hombre.
Matrimonios que parecen de aparador inundando redes sociales, pero cada vez que existe una diferencia, la falta de tolerancia aparece de la mano de la violencia.
Hoy vemos gente menos feliz por cumplir con estereotipos, por cumplir con la norma social; vemos matrimonios por compromiso, pero no de amor, sino social, enseñándoles a los hijos que su felicidad no es prioridad.
Muchos hijos prefieren ver a sus padres separados, pero plenos y felices, que juntos como extraños, donde lo que impera son las discusiones y la falta de muestras de afecto.
Por supuesto que existen grandes ejemplos de matrimonios que han basado su relación en el respeto, el amor, la comprensión, la fidelidad y sobre todo en el buen trato que siempre atrae, porque uno busca estar donde está bien.
Los matrimonios no son perfectos, porque somos seres imperfectos, pero lo importante es construirse y complementarse para ser mejores seres humanos.
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