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Martes, 25 Noviembre 2025 00:15 Escrito por 
Voz de Mujer Voz de Mujer Lupita Escobar

Cada 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, volvemos a nombrar una realidad que persiste y que sigue siendo una de las violaciones de derechos humanos más profundas y dolorosas de nuestro tiempo.

Hoy más que nunca se vuelve urgente un trabajo interinstitucional, de los distintos órdenes de gobierno y de la sociedad, que llegue realmente al hogar y a la familia. Un trabajo que comprenda tanto a las mujeres que necesitan fortalecer su “basta” como a los hombres que requieren aprender a gestionar sus emociones para no convertirlas en violencia.

La violencia no aparece de un día para otro. Crece. Se normaliza. Se instala en silencios. Se excusa en frases que se heredan: “se le pasó la mano porque estaba estresado”, “es su carácter”, “ya se le va a quitar”. Pero no se les “quita”. Se alimenta. Y, por eso, la intervención debe ser temprana, cercana y colectiva.

Hay hombres que nunca aprendieron a nombrar lo que sienten. Muchos crecieron en entornos donde la rabia era el único permiso emocional, donde pedir ayuda era una debilidad y reconocer miedo o tristeza era una traición al estereotipo masculino.

La violencia no se justifica. Pero sí se explica: cuando nadie les enseñó a sentir, terminan explotando.

Por eso, la prevención requiere programas serios, sostenidos y articulados entre instituciones educativas, de salud mental, de justicia y de comunidad. Un hombre que no sabe regularse puede convertirse en agresor. Uno acompañado, escuchado y formado puede romper la cadena.

Del otro lado están las mujeres, muchas de las cuales crecieron escuchando: “sé comprensiva”, “no exageres”, “dale otra oportunidad”.

Pero la violencia empieza de manera microscópica: un comentario hiriente, un control disfrazado de atención, un grito aislado.

Necesitamos entonces una educación emocional y de género que forme mujeres con herramientas para reconocer la primera alerta y detenerla sin culpa. Decir “basta” a tiempo no es abandono; es autoprotección. No es egoísmo; es supervivencia.

Las instituciones pueden dar soporte, pero la familia es el primer territorio donde se modelan las relaciones: cómo se discute, cómo se pide perdón, cómo se ama y cómo se ponen límites.

Pero la familia también necesita acompañamiento. Requiere escuelas para padres, redes comunitarias, protocolos de intervención temprana y apoyo psicológico accesible. La violencia se evita cuando el hogar deja de ser un campo de batalla y se convierte en un espacio de diálogo, no de miedo.

El 25 de noviembre no es solo una fecha para iluminar edificios de naranja o repetir consignas necesarias. Es una oportunidad para asumir un pacto social: ni una mujer menos, pero tampoco un hombre más sin ayuda emocional ni educación para la convivencia.

La violencia no se combate únicamente con leyes —que son indispensables—, sino con una red firme que sostenga tanto a quienes están en riesgo de ejercerla como a quienes están en riesgo de sufrirla.

Porque la paz en un hogar no se improvisa: se educa, se acompaña, se construye.

Que este 25 de noviembre sea el día en que empecemos a hacerlo en serio.

En el Estado de México puedes llamar a la Línea Sin Violencia: 800 108 40 53, disponible las 24 horas.

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Lupita Escobar

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