El frío de la montaña baja como cuchilladas que corta la piel de los damnificados por el sismo del pasado 19 de septiembre. Ellos, los que perdieron sus casas en Ecatzingo, Ozumba, Atlautla, Tepetlixpa y Amecameca, tienen que pasar las noches casi a la intemperie o sólo protegidos por algunos techos de láminas o plásticos.
Pero no solo el frío cala sus huesos, sino también cala el olvido del presidente de la República, Enrique Peña Nieto y del recién llegado gobernador Alfredo del Mazo Maza, quienes no saben lo que es pasar frío a la orilla del volcán Popocatépetl.
Enrique y Alfredo nacieron en pañales de seda, allá en su cuna, Atlacomulco. Es difícil que sepan que unas mil familias afectadas por el derrumbe de sus casas en la zona de los volcanes, tienen que dormir solo cobijados por las estrellas, bajo plásticos o láminas.
Los días pasan y la ayuda gubernamental no llega. En los primeros días sí se tuvo la solidaridad de ciudadanos que se desplazaron de la ciudad de México o de otro punto de la República para llevar víveres, pero como fueron pasando los días, fue disminuyendo la ayuda.
Algunos vecinos solidarios levantaron techos, pero no fue suficiente. El frío penetra como cuchillos las láminas de cartón y se mete hasta las cobijas.
Y ellos, los que perdieron las casas, se preguntan: Qué pasó con la ayuda de Peña Nieto y de Alfredo del Mazo? Qué pasó con los millones de dólares y euros donados por personajes internacionales, fundaciones, consorcios empresariales, organizaciones humanitarias?
Dónde quedó todo ese dinero?
Qué pasó con los ofrecimientos de los partidos políticos? Enrique Ochoa, Andrés Manuel López Obrador, Margarita Zavala, Ricardo Anaya, Alejandra Barrales, entre otros actores políticos que viendo que se avecina un año electoral, se volvieron "humanitarios"?
Los damnificados de la zona de los volcanes saben que no son los únicos que perdieron sus casas por los sismos, ya que también hay afectados en Oaxaca, Morelos, la CDMX y Chiapas, pero al gobernador Alfredo del Mazo, parece que no le importa las condiciones en las que viven las familias que perdieron sus casas.
En la ciudad de México los edificios devastados al menos tenían seguros, en la zona de los volcanes no existía alguna manera de proteger el patrimonio familiar o la casita de adobe.
El gobierno de la ciudad de México también ayudó con tres mil pesos para que las familias damnificadas puedan pagar una renta; en el oriente mexiquense nada de ayuda económica para alguna renta.
Los capitalinos recibirán 120 mil pesos del Fondo Nacional para Desastres (Fonden). En Ecatzingo cuánto darán por una casita de adobe en dónde vivían familias por décadas?
¿Pero quién será el responsable de evaluar cada caso, cada casa derrumbada? ¿Qué tiempo durará?
Otro problema es demostrar a la autoridad si la casa era propia o si el dueño cumplía con sus contribuciones e impuestos. Todo un lío burocrático.
En tanto, mientras llega la ayuda gubernamental, de partidos políticos o benefactores internacionales, los damnificados de la zona de los volcanes tendrán que seguir durmiendo únicamente cobijado por las estrellas.
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Y no hay que olvidar que el buen gobierno federal y la iniciativa privada darán créditos blandos para aquellas familias que puedan pagar, a bajos intereses. Qué ironía.