El PRI, devastado, en una debacle propiciada por escándalos de corrupción y cinismo. Un PRI afectado severamente por la imagen del ex presidente Enrique Peña Nieto, abrumada, atacada desde las redes sociales. Peña tuvo una gestión dividida, un grupo enfrentando y aplastando a sus propios compañeros de equipo. Dos terceras partes de su gobierno estuvieron en una crisis de comunicación; no hubo nadie capaz de mejorar, siquiera un poco, esa imagen tan afectada.
El gobernador Alfredo del Mazo Maza, de familia priista, su abuelo y su padre, también mandatarios en el Estado de México, gobierna una entidad con un gobierno federal emanado de morena; un Congreso local en contra y 56 municipios, de los 125, con alcaldes del partido de Andrés Manuel López Obrador. Entre ellos de los más importantes, como Naucalpan, Tlalnepantla, Ecatepec, Coacalco, Cuautitlán Izcalli, Atizapán de Zaragoza, Texcoco, Metepec, Toluca y otros.
Sin duda, una tarea difícil para Del Mazo sacar adelante su administración con este panorama; sin embargo, la entidad se ha destacado por una buena relación con los adversarios políticos, contrario a otros estados donde los congresos liderados por morena, mantiene a los gobernadores en jaque. Incluso, la relación con el Presidente es excelente.
Pero Alfredo del Mazo, como primer priista, y como gobernante del estado más importante del país, política y poblacionalmente, tiene frente a sí el enorme reto de recuperar espacios para 2021, municipios y distritos. Recuperar el control de la Legislatura será uno de los objetivos. No se puede equivocar en la designación de sus operadores para buscar el resurgimiento del tricolor, porque también de ello depende su permanencia nacional.
Los estados de México, Nuevo León, Jalisco y Veracruz, serán fundamentales para una posible recuperación. Del Mazo deberá hacer lo suyo aquí, en el territorio mexiquense. Tiene que dirigir un grupo de expertos que, con pocos recursos, busquen volver a integrar esa maquinaria que había caracterizado al Revolucionario Institucional. Que lleguen a los liderazgos en comunidades, que dejaron ir, pero ahí están. La experiencia la tienen, saben cómo hacerlo; sólo deben acabar con la simulación.
El PRI debe reconciliarse con sus aliados, a los que maltrataron, pisotearon y alejaron por soberbia, y que hoy se rearman y buscan fortalecerse con aquellos decepcionados de priistas y morenistas.
Morena, con el gran poder popular ganado, el partido en el que muchos quieren estar –porque es hoy la oportunidad de obtener espacios representación–, le ha faltado aprovecharlo para integrar las estructuras. Se desaseado proceso para elección de consejeros –anulado por el TEPJF– ha expuesto una gran debilidad.
Podríamos decir que el PRI es un auto, con buen chofer, pero que, por donde pasa, todo mundo quiere apedrear. Morena, un vehículo al que todos quieren subir, pero no ha tenido la mejor conducción. Lo dejaron por meses deteriorarse sin un líder.
El GAP, dirigido por Higinio Martínez Miranda, quiere conducirlo, repararlo, sin fallas, para poder alcanzar el sueño del grupo: ganar la gubernatura del Estado de México.
Mientras, el PAN avanza, Enrique Vargas del Villar, alcalde de Huixquilucan, el mejor calificado y reconocido por su buen gobierno, ha logrado la unidad de los panistas, en torno a su liderazgo y con el objetivo de gobernar el Estado de México.
La operación 2021 está en marcha en todos los partidos. El tiempo, aunque parezcan tan lejanas las elecciones, es hoy su peor enemigo. Veremos cómo se logran reconstruir.
