El ser humano por naturaleza debe cubrir necesidades básicas que permitan su desarrollo y sobrevivencia, tales como casa, comida y sustento, de esta manera se garantiza el acceso mínimo a una vida digna, sin embargo en muchas ocasiones estas cuestiones que debieran ser irrenunciables no son reconocidas o resueltas y eso genera ciertos grados de malestar en las sociedades.
Cuando eso sucede se generan rompimientos importantes entre los individuos y aquellos que debieran garantizar las condiciones adecuadas para la dignificación de la existencia de aquellos a quienes gobiernan.
El exceso de trabajo de la mano de remuneraciones poco justas, el encarecimiento de la canasta básica, y la inseguridad contribuyen a la sensación de indefensión y al mismo desgarre del tejido social, provocado por la falta de oportunidades y hasta por un excesivo culto alentado en muchas ocasiones por algunos medios de comunicación a todo lo que sale de lo correcto y que parece una salida fácil para alcanzar el “éxito” en términos de poder adquisitivo al margen de la ley.
Atrás quedaron los días en que los niños jugaban a ser bomberos o policías y que sentían que esas labores eran algo valioso para la comunidad. En un mundo que da valor a lo material y en el que se aspira a que los resultados sean express y de preferencia sin los procesos, muchas ciudades han perdido la batalla contra la inseguridad, teniendo que refugiarse en sus casas, encerrarse a piedra y lodo y negarse un derecho fundamental: el de apropiarse de sus ciudades, sus espacios y vivirlos de manera cotidiana como un detonador de indicadores de bienestar y de felicidad.
Existen ciudades que han asumido esta negativa ciudadana a existir en los espacios públicos de una manera simplista y hasta cínica, de tal suerte que parecieran decir: “el que quiera guardarse, que se guarde, mejor para nosotros”.
Hay otras que han asumido el compromiso y que aun retando a la “esencia” de sus ciudadanos han decidido tomar al toro por los cuernos, generando espacios ue inviten a salir del encierro y - como me decía Samuel Sánchez, especialista en Psicología Positiva en entrevista la semana pasada – a cambiar una tarde de Netflix y palomitas de maíz, por una actividad que implica formarse un par de horas fuera del Teatro Morelos para acceder a un concierto de primera calidad con la familia.
Creo que todo consiste en algo muy simple: Prioridades.
En un momento tan convulso económica y políticamente en México, se debe optar por las prioridades, en las ciudades, la prioridad debieran ser sus ciudadanos.
La posibilidad de salir a la calle, de caminarla, de disfrutar la ciudad, de acceder a los espectáculos y actividades generados para la misma y por supuesto a la generación de experiencias vinculantes y significativas que detonen en creación de identidad, arraigo y amor por las mismas.
Una ciudad que se camina se vuelve segura por la presencia de la gente.
¿Ustedes qué opinan?
Paloma Cuevas R. (Paloma Querida) es el resultado de una educación libre y sin trabas. Obtuvo una formación académica en Filosofía por la UNAM y en Enseñanza del Inglés por la UAEM. Es humanista y sapiosexual. Docente durante más de 22 años, columnista, escritora y locutora entemas de Cultura, Política y Erotismo. Corresponsal del programa “A Medios Chiles” de #LaPayolaRadio. Promotora y gestora cultural incansable.Madre y cómplice de los Tres Mosqueteros. Amante declarada de México, el buen café y la verdad sin anestesia. Ha publicado en colaboración con otros autores: Nosotros también nos acordamos (UAEMéx 2016), Hacerle al Cuento (Amarillo Editores 2017),
Mujeres que no callan (Thurquesa Ediciones) edición Internacional y la plaquette de poesía De Amputaciones Necesarias (Comuna Girondo). Colabora con UniRadio, es Consejera del Comité Ciudadano de Historia, Cultura e Identidad Mexiquense (SOMEGEM) y miembro de la Academia Nacional de Poesía (Cap. EDOMÉX), una humanista declarada: “La educación y la cultura son el más poderoso antídoto contra la violencia...”