Primero que nada, quiero manifestarles que amo profundamente a mi Universidad. Estudie allí. Trabajé allí. Viví los mejores momentos de mi vida allí. Estuve en una escuela muy chiquita: la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Y conocí a los maestros más importantes que en aquel tiempo daban clases en ese lugar. Flores Olea, Del Río, Martínez Corbalá, Jeanetti, González Casanova, Buendía, Granados Chapa, Benítez, Lugo, Pichardo y todos los que nos daban clases en las aulas 1 y 2 ¡que eran enormes!
Recuerdo la cafetería y el café de Tacho. Recuerdo las enchiladas, cuando había para comprarlas. Recuerdo que muchos iban a nuestra Facultad a ver pasar la vida. ¿Mis compañeros? Mastretta, Meraz, Kyra Núñez, Mariclare, los Reta y muchos más que siguen de pie y en la lucha.
No solo recuerdo sus aulas, recuerdo la mejor clase de amor a la patria, que alguna vez me dio el espléndido de Pedro Zorrilla Martínez, quien luego fue gobernador de Nuevo León.
Entonces…qué rabia me puede dar que mi Universidad, la de la raza que permea el espíritu divino del ser humano… la extraordinaria y legendaria, la añeja y por todos respetada, -de sopetón y por unos infelices bandoleros encapuchados y llenos de rabia y que no saben ni por qué, pero pagados por quién sabe quién-, sea toda herida, pintarrajeada, llenada de porquería y media, quemada, destrozada y desecha. Tomada ella toda, --ya dieciséis escuelas, Facultades, Cch’s, y Prepas--: están en huelga.
Pero no por mujeres jóvenes y llenas de ánimo como para sacar una ley y exigir que las respeten los maestros, o sus compañeros; o por lo que pasó cuando no pudo llegar un paramédico y una ambulancia a tiempo, a ayudar a uno de sus compañeros; cuando han pasado días enteros para que ellas sean respetadas… entonces sí tienen todo el derecho de ponerse en huelga.
El problema principal por supuesto fue de Graue. Él se enfrentó al presidente y le dijo un día, un 22 de agosto: no. Y tiene toda la razón. Y si por esto debe renunciar, lo hará con la frente el alto, y con la inteligencia y honorabilidad de un hombre que conoce y ama a su universidad.
Pero no representadas por vándalos que pocos saben quién los mande y de dónde salgan, (solo Graue debe entender cómo desbaratar esto); y que han hecho destrozo y medio vandalizando la generosa UNAM. Muchos son los que dicen que es obra de la señora Claudia Sheinbau. Me encantaría saber para qué se le ocurre que suceda una situación como ésta. ¿Querremos uno igual?
A mí sí me hicieron un examen para entrar. Sí tuve que someterme a una evaluación para saber que sí podía. Sí me hicieron pruebas semestrales y Sí me hicieron un examen para titularme. ¿Entonces? ¿Por qué quiere el señor presidente que esto no siga funcionando así? ¿Por qué que entren, tengan su título y ya? Mi UNAM no es un semillero ni de derecha ni de izquierda. Es un centro de investigación de un gran nivel académico. Está clasificada como entre las mejores 20 universidades del mundo y es la cuarta mejor institución de educación superior de América Latina, de acuerdo con el QS World University Rankings 2019.
Por cierto, como hace falta el valiente de Wilfrido Robledo Madrid para volver a entrar a la Universidad, a la Facultad de Filosofía y Letras y dejarles el auditorio Che Guevara a los estudiantes, y no a los porros.
El ser humano es el único que tiene la capacidad de elegir los valores que desea que lo definan. Yo soy una mujer valiente, amorosa, inteligente y buena, que estoy en contacto con la humanidad y con el bien necesario. Así que no creo que nadie sobre la faz de la tierra esté en capacidad para dar un espectáculo como el que se está dando. La UNAM es una señorona llena de todo lo bueno de la vida, y como tal debe ser tratada. Si no están de acuerdo, simplemente no asistan… pero déjenla en paz.