Es irreversible. Las condiciones sociales y económicas del país ya no soportan extender el confinamiento, aunque haya más contagios del virus Covid-19, a menos que cada persona nos hagamos responsables de las medidas de prevención, pero tampoco será garantía.
Habrá que asumir la tarea de protegernos y proteger a nuestros seres queridos, porque el efecto económico se prevé devastador. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó que este año, la economía mexicana tendrá una contracción de 10.5 por ciento en su Producto Interno Bruto (PIB). En abril pasado ese impacto –por la pandemia de Covid-19- se calculaba en 6.6 por ciento.
En esa condición, México es el país de América Latina con la previsión más negativa, y una de las cinco de todo el mundo que tendrán un mayor golpe en su economía. Europa, en su conjunto, tendrá una contracción de 10.2 por ciento.
Esa es la perspectiva en el ámbito económico, que no es asunto menor, porque ello representa inversiones y empleos que se perderán.
Por otra parte, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) advirtió que México muestra una “tendencia muy evidente del crecimiento en el número de casos” por Covid-19. La directora de la OPS, Carissa F. Etienne, señaló que es momento de adaptarnos a una nueva forma de vida. “La pregunta ya no es cómo volvemos a las cosas tal como eran antes, sino cómo avanzamos y construimos una respuesta sostenible y efectiva para contener la pandemia”.
En ese sentido, la funcionaria destacó que los gobiernos deberán ser flexibles en sus políticas de salud pública y considerar no sólo los aspectos económicos, sino también sociales, porque la crisis sólo será superada si se atienden las necesidades de los más vulnerables.
Hasta este momento, existen más de 130 proyectos de vacuna en desarrollo para contener el Covid-19 y diez se encuentran en fase experimental en humanos, aunque no se sabe cuándo podría estar tenerse la primera. Algunos científicos consideran que al final de este año podría contarse una vacuna.
Eso es parte de nuestra realidad. Por un lado está la presión económica, porque muchas personas y empresas ya no pueden subsistir a la “no actividad”. Se pierden empleos: se estima que 1.5 millones de personas perderán su fuente de ingresos, pero si consideramos que 6 de cada 10 empleos se ubican en el sector informal, el impacto podría ser mayor.
Por otro lado, la curva de contagios, que de acuerdo con Hugo-López Gatell terminaría este 25 de junio, no disminuye. El vaticinio no se cumplió, evidentemente. Muchas personas no atendieron –ni atienden- las indicaciones de prevención, empezando por el presidente, Andrés Manuel López Obrador, tales como el uso de cubreboca, de gel antibacterial y –sobre todo- el confinamiento y la sana distancia. Eso sucedió, en buena medida, por los mensajes contradictorios, confusos y erráticos del propio gobierno.
Ahora el reto es re-pensar cómo nos ajustamos a la “nueva realidad”.
Insisto en que es “nueva realidad”, porque nada tiene de normal no poder saludar, abrazar o besar; no es normal que nos movamos con miedo a un contagio; no es normal que haya preocupación por morir; no es normal que el personal de salud esté sometido a jornadas extenuantes y sin las condiciones óptimas para atender a quienes caen enfermos. Eso, de ninguna manera es normal, pero sí es real.
PERCEPCIÓN
Sin recursos, la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx) ha incrementado en ocho mil lugares su capacidad para aceptar a jóvenes que desean estudiar en la máxima casa de estudios mexiquense. Esfuerzo que se logró en contra corriente, durante los últimos cuatros años, a pesar de muchos factores adversos.