En México, hablar del tema del suicidio no es conveniente en términos políticos, pues habla de una gran falla social y gubernamental, pero que sigue creciendo en silencio, quebrando no solo a las familias, sino también a la sociedad.
Recientemente, el INEGI reportó en 2023 un total de 8 mil 837 suicidios, lo que representó el 1.1% de todas las muertes registradas en el país; una tasa de 6.8 por cada 100 mil habitantes.
Los hombres representan más del 80% de los casos; 65% de esos suicidios ocurren en personas menores de 40 años.
El Estado de México es foco rojo, pues durante los primeros tres meses de 2025 se observó un aumento del 140% en los intentos de suicidio, con 305 casos registrados, ubicando a esta entidad entre las más afectadas, junto con Coahuila y Guanajuato.
Un reciente estudio global revela que cada 43 segundos hay un suicidio en el mundo, lo que suma unos 740 mil casos al año.
Detrás de cada cifra hay una historia. Una persona que fue hija, hermana, amiga, compañero de trabajo, que rió, soñó, amó y que simplemente ya no vio salida.
A menudo, los gritos de auxilio fueron invisibles: mensajes que nadie leyó, gestos ignorados, soledad disfrazada de rutina. En una sociedad donde la salud mental se percibe como un lujo o una debilidad, el silencio se convierte en cómplice.
Una urgencia que trasciende discursos. Hablar no mata; salva. Callar, sin duda, condena. México necesita una respuesta que vaya más allá de los comunicados oficiales: escuelas que enseñen a reconocer emociones, a pedir ayuda; familias que escuchen sin juzgar; gobiernos que vean la salud mental como una inversión en vidas, no como un gasto prescindible.
Romper el silencio puede salvar una vida. Quizás solo una palabra cargada de empatía pueda marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Que cada esfuerzo sume a la prevención del suicidio, como la campaña de REDIMEE que encabeza Vero Díaz: “Tu vida Importa”, que hoy arranca y donde muchos esfuerzos están sumados para contribuir a la prevención de este mal social.
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