América Latina, durante la última década, tendió incesantemente hacia la izquierda. Esa izquierda extrema, impulsada desde el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla. Sin embargo, 2025 parece marcar el agotamiento de ese modelo. La promesa del socialismo del siglo XXI se ha estrellado contra la realidad. En especial, en países como México y Chile, por el terrorismo y la entrega de la soberanía territorial al crimen organizado.
El 14 de diciembre de 2025 quedará marcado como el día en que Chile rompió el hechizo del “octubrismo”, como se conoce a las protestas sociales de 2019. La victoria de José Antonio Kast desmantela mitos sobre el techo electoral de la derecha dura. La “campaña del terror” que utilizó Kast en 2021 ahora fue utilizada por la oficialista Jara, quien intentó encuadrar al candidato republicano como una amenaza fascista y un retorno a la dictadura que ponía en peligro los derechos de las minorías. La realidad desmintió la narrativa de la izquierda extrema.
Jara advertía que con Kast llegaría la violencia, pero la violencia ya estaba instalada. Kast no inventó el miedo, ofreció la solución. Jara intentaba presentarse como socialdemócrata moderada, pero su militancia en el Partido Comunista pesó más que el discurso. La agenda del aldeanismo identitario, que incluye feminismo radical e indigenismo, por ejemplo, generó una reacción contraria, silenciosa pero masiva.
La propuesta de Kast no fue un programa tecnocrático de centroderecha, sino una plataforma de “derecha sin complejos”. Ofreció seguridad total. Al grito de “atrévete a vivir en paz”, propuso cerrar fronteras, empoderar a los Carabineros y calificar al terrorismo como tal. También planteó la batalla cultural: defensa de la vida desde la concepción y el derecho preferente de los padres a educar a sus hijos.
En el contexto regional surgió la “marea azul” y un nuevo sentido común. En América Latina parece configurarse un bloque de derecha coherente con los objetivos de desmantelar el estatismo (y el autoritarismo) y restaurar la autoridad democrática. Así, el modelo Bukele ofrece seguridad como bien supremo, exportable a México; ha logrado reducir históricamente la tasa de homicidios y ha desmantelado las maras.
Y tenemos a Milei, que da la batalla por la cultura libertaria y demostró que se puede ganar una elección insultando al establishment (“la casta”). Impulsó y robó a la izquierda la bandera de la rebeldía. Con Milei, ser de derecha dejó de ser “de viejos” para convertirse en atractivo para la juventud desencantada. Su imagen de “rockstar” logró la comunicación directa. El uso de TikTok para explicar conceptos económicos complejos (inflación como robo, emisión monetaria como estafa) logró romper el cerco mediático. Milei educó a su electorado antes de pedirle el voto. En los Estados Unidos, Donald Trump obtuvo el 45 % del voto hispano, récord histórico para un republicano. Los trabajadores latinos, religiosamente conservadores y aspiracionistas, rechazaban el socialismo incluido en la agenda woke.
Para México se abre la posibilidad, en 2027, de romper el complejo de inferioridad y ofrecer una alternativa nítida basada en el orden, la libertad, la verdad y la aspiración de prosperidad. La oposición partidista y los ciudadanos libres tenemos que abandonar la tibieza y adoptar una estrategia, llamémosle de “restauración nacional”, inspirada en Kast y Milei, adaptada a la realidad mexicana. Cito algunos aspectos: frente al control estatista de Morena —qué comen tus hijos, qué aprenden en la escuela, en qué gastas tu dinero—, apostemos y defendamos la libertad. Ante el afán expropiatorio y estatista de Morena, que pone en peligro nuestro patrimonio (vía impuestos y extinción de dominio), al que se agrega la extorsión constante del crimen organizado, protejamos el fruto de nuestro esfuerzo. Y, finalmente, regresemos a la familia su espacio prioritario como primera línea de defensa contra la pobreza y la violencia. Defender la autoridad de los padres no es retrógrada; es esencial para construir el tejido social.
Es imperativo realizar un diagnóstico honesto del momento político. Sheinbaum aparenta solidez en las encuestas, pero sus cimientos están podridos. La oposición tiene una gran oportunidad. La estrategia podría estar basada en varios pilares: el ideológico, que presente una derecha popular y sin complejos; la seguridad para México como eje de todo el planteamiento; la protesta de los contribuyentes, porque los servicios públicos son deficientes y demandan gastos extras de las personas; exigir cero impuestos en el primer año de las PyMEs; por último, una guerrilla digital que genere un ecosistema de influencers de derecha que dominen TikTok y el data-driven campaigning.
Finalmente, y no menos importante, necesitamos políticos frescos. Buscar el Kast/Milei mexicano. Emprender la búsqueda de empresarios disruptivos, activistas de la seguridad, figuras mediáticas y con valores conservadores. Integrar a la disidencia y atraer a los morenistas purgados y decepcionados, no para darles candidaturas, sino para operar una fractura territorial. El camino es la derecha social, cercana a la gente, dura contra el crimen e impulsora de la libre economía. La “marea azul” cubre gran parte del sur del continente; es hora de que llegue al río Bravo.

