¿Qué es lo que entiende el presidente Andrés Manuel López Obrador por gobernar?
Es la gran pregunta que millones de mexicanos deberían hacerse todos los días, aunque tal vez no haya respuesta para un cuestionamiento tan complicado en tiempos de la cuarta transformación.
Y puede ser, incluso, que para el mandatario que llegó al poder legítimamente, con el apoyo de 30 millones de mexicanos, la respuesta resulte ser más sencilla para él de lo que parece, y no debe sorprender a nadie, porque muchas de las cosas que ha dicho y que se pretenden dejar en el olvido, o ser tomadas como parte de un chascarrillo, llevan implícito el real pensamiento del Presidente.
Recordemos lo que dijo aquél 25 de junio de 2019 en el deportivo de béisbol de Ecatepec ,,,“no crean que tiene mucha ciencia el gobernar”; esa frase encierra tácitamente lo que para el líder de la cuarta transformación representa el ejercicio de la administración pública del país.
Para robustecer lo anterior, basta recordar lo que recién comentó en una de sus largas oratorias mañaneras, “… antier creo, que de manera espontánea, porque no crean que yo vengo aquí, este, ya con ideas, este, analizadas, no, yo vengo aquí pues para hablarles de manera sincera, decirles lo que siento, lo que conozco, lo que es mi experiencia, entonces, se me salió, así, de lo del Narco Estado”.
Si esto lo hubiera confesado cualquier otro, no tendría ningún significado de impacto nacional, el problema para todos los ciudadanos mexicanos, es que lo dijo el propio presidente de la República, fatal declaración, como lamentable cuando arremetió por enésima vez en contra del gobierno de Felipe Calderón, llamándolo Narco Estado.
Tuvo que salir a recular, porque así se lo recomendaron, y le hicieron ver el gravísimo error de sus palabras. Son pocas las ocasiones en las que López acepta cometer un desatino, aunque éste, más que una simple equivocación, representa algo mucho más delicado.
Ahora bien, la sola confesión debería haber dejada preocupada a toda la población. ¿Cómo el presidente de un país, como es México, de la grandeza e importancia que tiene en el mundo, y que se ha ganado su lugar a base de mucho esfuerzo, tejiendo respeto con el tiempo, puede pararse enfrente de la prensa, del pueblo y de la comunidad internacional, para decir que no se presenta con ideas analizadas?
Lamentablemente eso no es lo peor, la reacción que esto provocó, fue escasa, casi inadvertida, ¿qué quiere decir esto? Que nos estamos acostumbrando a los disparates del jefe de Estado. Cuando bien podría haber sido un escándalo de grandes dimensiones, porque se trata de la persona que nos representa a todos.
¿En manos de quién se encuentra el destino de la patria? Porque independientemente de los salen a defenderlo, que muchas veces parece que no saben ni por qué lo hacen, tratan de explicar lo que quiso decir y terminan por disculparlo de todo lo que hace y dice, la verdad cae como loza; Lopez Obrador no está preparado para gobernar esta gran nación.
Con su confesión pueden explicarse muchas cosas, principalmente la suerte del futuro que se imagina para México, aunque lo diga “de manera sincera”, porque si se basa en “lo que conoce”, en “lo que es su experiencia”, valdría preguntar; ¿cuál es esa experiencia que presume?
López Obrador se ha distinguido en su carrera política, por ser un personaje poco tolerante, agresivo y ofensivo, se siente cómodo con el escándalo, azuzando, dividiendo, no entiende la política de otra forma.
Por lo mismo, debemos prepararnos para un largo espectáculo. Será un peregrinar para los ciudadanos desde septiembre hasta las elecciones del 2021, y tal vez más allá; porque se soltarán los demonios, con las campañas mas sucias de las que se puedan tener memoria, pues lo que busca el presidente es conservar la mayoría en el Congreso para facilitarle los cambios que pretende para el país.
Porque de no ser así, es decir, de no ganar la mayoría como ahora la tiene en el Congreso, el panorama que se le presenta no debe gustarle nada, y seguro no lo tiene contemplado; porque se vería en la necesidad de llegar a acuerdos con otras fuerzas políticas, y eso, es algo que no cabe en su léxico, está acostumbrado a ordenar, punto.
Lo que puede explicar que se haya visto en la necesidad de quemar los cartuchos que se estaba guardando, como por ejemplo: la urgencia de la declaración de Lozoya, aún quebrando la ley, para que todo el mundo pudiera ver los videos, y enterarse de lo que tenía que decir el ex director de Pemex.
No se puede ver López Obrador así mismo como el que tiene que tender puentes de diálogo para impulsar las reformas que necesita para llevar a cabo su cuarta transformación, o para poder gastar a manos llenas y a su entera voluntad los recursos de la Nación, o para hacer y deshacer como ahora.
El presidente no analiza lo que dice, porque no se da tiempo o porque desdeña el cargo que ostenta. Se sobre estima y cree tener todas las respuestas. Eso lo ha hecho caer en múltiples desaciertos.
Para sus mañaneras, llamadas conferencias con exageración, ha demostrado que ya no acepta preguntas incomodas, y Jesus Ramirez, Coordinador General de Comunicación Social del gobierno federal, se ha encargado de ponerle en charola de plata preguntas a modo por medio de abyectos supuestos reporteros, para que se luzca su jefe. Convirtiendo el espacio en su particular campaña electoral.
Y así, desde su tribuna, AMLO dicta la agenda, así como exige se difunda por todos los medios el video de Lozoya donde no sale Lozoya, sin dejar pasar la oportunidad de quejarse de que el famoso video de Bejarano fue más difundido. No se esperaba que en respuesta las benditas redes sociales se encargaron de volver a poner en trending topic aquél video de Bejarano y sus ligas.
Lo anterior anuncia que al no tener nada para presumir de su gobierno, volverá a lo que le dio empuje a su campaña, como ya empezó a hacerlo, hablar de la corrupción de gobiernos pasados, aunque esté envuelto en la propia. Al igual que Donald Trump, presidente estadounidense, que ha vuelto al tema del muro fronterizo con México, porque va en picada su campaña para buscar la reelección. Ambos presidentes tan parecidos, y tan faltos de buenas ideas.