Lo que demostró el presidente el día primero de septiembre con motivo de su segundo informe de gobierno, es que puede decir y presumir lo que quiera, sea o no verdad, o manejar la información que ofrece al pueblo manipulando las cifras a su conveniencia, porque nadie le va a decir nada.
Bueno, eso de que “nadie” habría que matizarlo, porque para López Obrador, a los que se atreven a criticar su manera de “informar”, no representan mayor importancia porque pertenecen a la clase conservadora, a los que llama fifís, o a la prensa que se encuentra molesta porque ya se les acabó el “chayote”.
La descalificación que hace el presidente a toda forma de oposición que pueda ver en los diferentes sectores de la sociedad, siempre le dará para no manchar su plumaje ante los inventos de quienes se sienten agraviados porque no les gusta el cambio que se está gestando en el país, según su particular punto de vista.
Lo peor, es que ese cambio surge de la calentura incierta de los sueños del presidente. De una realidad subjetiva que de la misa forma como se la imagina pretende aterrizarla así nada más, sin estudiarla, programarla o sin planear una estrategia para convertirla en realidad.
No, todo lo tiene pensado como resultado de sus sueños, lo dijo él y lo ha dejado bien claro.
Al momento de iniciar su discurso se refirió a lo que ha sido su bandera durante el largo tiempo que ocupó en todas sus campañas, la corrupción, la que ahora tanto necesita y le ayuda, pues lo ha socorrido para montarse de nuevo en el ánimo del pueblo.
Lo actual, no es la atención a la pandemia, a la inseguridad, a los millones de desempleados o la crisis económica, todo se vuelve irrelevante ante la pretensión de someter a consulta popular la decisión de llevar a los ex presidentes ante la autoridad para, según ha hecho creer, ser juzgados por los crímenes cometidos durante su mandato.
Cualquier villano que elija López Obrador le caerá bien, no importa si se puede considerar a Guadalupe Victoria o incluso al mismo Hernán Cortez, en realidad es lo que menos importa, porque lo que persigue el tabasqueño no es justicia, sino montar un circo romano. Esto significa que las leyes, empezando por la Constitución, continuarán siendo ignoradas aparentemente sin ninguna consecuencia.
Pero esta vez no es precisamente por un “México con hambre y sed de justicia” como señaló en su discurso Luis Donaldo Colosio en el monumento a la Revolución, el 6 de marzo de 1994, en aquel famoso mensaje que para muchos le significó cavar su propia tumba, no, para López resulta importante porque en automático se montará en el ánimo de los votantes ya que de otra forma le será más difícil.
Es decir; al ver derribado su intento por aparecer en las boletas con la revocación del mandato para poder influir en la votación del próximo 2021, que para él son tan importantes, ya que como es de todos conocido se determinó celebrar en el 2022, ahora, su mejor oportunidad de influir con su personalidad es precisamente con la consulta que se ha inventando, en pos de la conquista de los lugares en disputa, en especial, los del Congreso y las gubernaturas.
¿Por qué? Porque bien sabe que muchos de los candidatos emanados de su partido, Morena, están muy lejos de prender a los ciudadanos en razón de la mala imagen que se han construido ante la comunidad.
Por eso, López Obrador consciente que su inmaculada imagen es la que lo podría poner en la antesala de un Congreso alineado, así como de las legislaturas estatales, con gobernadores incluidos, para poder terminar con la obra de transformar, o como dice, purificar la vida pública del país.
Sin embargo, lo que no se permite ver el presidente es que el ejercicio de gobernar nomás no se le da; la falta de estrategia, la falta de un proyecto aplicado en economía, en seguridad, en salud, brillan por su ausencia. No obstante, el vacío que se genera termina por rellenarlo con miles de palabras, a propósito algunas pegajosas, las que repite día con día en un círculo vicioso, pero que no resuelven nada.
En su monólogo ha dicho una gran cantidad de mentiras, o verdades a medias, mientras que el país se hunde en la crisis económica más profunda de su historia, cuyos efectos se resentirán con todo su peso el próximo año. López Obrador lo tiene calculado, por eso le apura que se acepte la propuesta de esa cosa que le ha dado por llamar consulta.
Mientras que el segundo informe presidencial terminó por parecerse en algo a los de sus antecesores. Un conjunto de alabanzas personales carente de autocrítica, al contrario; presumió que una encuesta, no dijo cuál, y al parecer siente que no tiene ninguna obligación de decirlo, lo calificó como el segundo mejor mandatario del mundo.
Lo que para muchos parece increíble, es que muy a pesar de la cantidad de errores, de mentiras y de engaños, así como de la polémica que levantan sus allegados y miembros del gabinete, de verse inmiscuidos en escándalos de corrupción, hasta los de su propia familia, de los que siempre encontrará la forma de rescatarlos de la deshonra, es que aún conserve los niveles de aceptación que se reportan, y aún más allá, los que anuncia en exceso con sus “propios datos” de hasta el 70 por ciento.
Por eso, no es sorpresa que el presidente presuma ser el mejor gobierno ante el peor momento, por cierto; frase fusilada de una columna de Pablo Hiriart, Uso de la Razón, de El Financiero, de fecha 23 de marzo del 2020, titulada “En las peores manos, en el peor momento”, sólo que manejada de forma diferente, con ello refleja lo que muchos sospechan; el presidente no lee las noticias o las columnas, le pasan lo que quieren pasarle en síntesis.
Y eso se descubre con facilidad, porque “como su pecho no es bodega” se va con todo en contra del autor o medio de información que sea, aunque después tenga que recular. El presidente no se informa correctamente y tal vez muchas veces únicamente se entera de lo que en corto le dicen que salió en algún lado, y sin tiempo para verificar, da por hecho lo que le dicen. Grave, cuando todas las mañanas tiene que enfrentar a la prensa que no siempre es consecuente o incondicional.
¿El mejor gobierno ante el peor momento? O ¿en las peores manos, en el peor momento?