El gran mesías

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El gran mesías

Miércoles, 18 Noviembre 2020 00:08 Escrito por 
Alfredo Albíter González Alfredo Albíter González Lo bueno, lo malo y lo serio

A unos días de que se cumplan los dos primeros años del gobierno de Andrés López Obrador nadie puede afirmar con pruebas que el país se encuentra mejor que como lo dejó el expresidente Enrique Peña Nieto.

De hecho, no hay avances, al contrario, existe un retroceso que ha hundido a los mexicanos en las peores de las crisis; materialmente en todas las áreas hay complicaciones muy serias.

No, no es por la aparición de la pandemia que provoca el SARS-CoV-2 y que inundó a todo el mundo con una enfermedad que a finales del fatídico 2020 aún no cuenta con la ansiada cura; sino por las ideas primitivas de un titular del ejecutivo federal enamorado de sí mismo.

López Obrador al mando de la administración de un país que cada vez se aleja más de la modernidad, por su desprecio a la tecnología, por el enfrentamiento exacerbado que sostiene contra científicos, intelectuales y en general; en contra de quienes no le dan la razón; pretende imponer una forma de gobierno ineficaz y con ella, que sean los muertos los que decidan sobre el presente.

Con su discurso, que recita todos los días, su intención es clara; imponer una especie de religión en la que desde luego él se erige como un mesías, con una sabiduría que cree poseer, aunque para eso deba ajustar el pasado, y quebrar el presente con tal de darse la razón. Pero no por eso, ya es dueño de la verdad.

La verdad no la conoce, no quiere conocerla porque es contraria a su voluntad, pero el poder que trata de imponer no nace de que la verdad sea transformada, eso no es en realidad lo que le importa; lo que le importa es que exista un gran número de personas que crean todo lo que dice.

López, como viejo político vive de la aceptación de la multitud, la cual, hay que decirlo, como en la religión, la política es el opio del pueblo.

Después de miles de años de juego político no somos conscientes que el hombre sigue una constante con el mismo sufrimiento; la oscuridad. La política sigue dando esperanzas de un mejor mañana, y con cada nuevo candidato no cambia, el ofrecimiento es el mismo: mejor que nunca. Pero ese mañana no llega.

López Obrador no es el primero ni será el último que le miente a sus seguidores con tal de mantenerlos cautivos, pero es el que hoy gobierna México y debe ser señalado, la gente se encuentra en un estado inconsciente, en un estado drogado, para poder tolerar el tipo de esclavitud y privaciones con la esperanza de un futuro mejor.

Al igual que en las religiones, López exige fe a ciegas, sin cuestionar, sin ser o intentar ser un rebelde, porque de ser así, se hará merecedor del castigo divino, y señalado desde el púlpito presidencial: ha caído en las garras del conservadurismo.

El castigo llega para uno y para otro por intentar apartarse de la obediencia impuesta. Para la religión será después de la muerte, para la lopezobradorista será de inmediato.

La condición, porque siempre la hay, por eso el ser humano no es libre, porque siempre se encuentra condicionado y por ello no puede alcanzar la libertad plena, debe obediencia impuesta a través de miles de años. Es eso lo que aprovechan personajes como López, para obtener lo que les interesa, lo que en síntesis es: tú tienes que sacrificarlo todo, para conseguir un mejor mañana. Pero ese mañana nunca llega.

No es autoría personal de López Obrador, simplemente el tabasqueño pertenece a la clase política; sí, la misma que él todos los días se atreve a juzgar y señalar con el dedo flamígero de ser responsables de las tragedias actuales.

Lo cierto es que tanto López como sus antecesores y en general los políticos, buscan conseguir sus propósitos y usan a su pueblo para conseguirlo, no son tan importantes los pobres para rescatarlos de su pobreza, más que lo que para ellos les significan en número de votos, para que los sigan manteniendo en el poder, así, todos han abusado de la ignorancia.

La política no quiere que piense la gente, no quiere que sea consciente y reclame, la política quiere como en las religiones: corderos, que los sigan sin preguntar, sin cuestionar, sin exigir. Religión y política son el opio que ha permanecido por siglos sin cambiar; todo parece un carrusel, sólo da vueltas, pero no modifica las cosas.

Y así, el poder del hoy poderoso López se asienta en un puñado de personas que se creen empoderadas porque sienten que nunca fueron escuchadas, y que ahora lo son, pero no quieren darse cuenta que en el momento de cuestionar o dudar de cualquier cosa, dejan de ser parte de esa religión, pues será su pecado, intentar ser libres, y el castigo; como a tantos que se han apartado de la transformación de cuarta, será el mismo; serán arrojados al infierno de los pecadores identificados como conservadores.

Aprovecharse de un sentimiento de coraje, muchas veces no identificado solo sentido por mero impulso, que los hace sentir gozo de pertenecer a un selecto grupo de personas que cambiará para siempre la forma en la que se rige la vida política de los mexicanos, los anima a vociferar que nunca se volverá al neoliberalismo y se lanzan en contra de comunicadores, científicos, intelectuales señalados por el gran mesías como enemigos del cambio, sin darse cuenta que únicamente son utilizados por quien hoy por hoy es el poderoso en turno, con intenciones de permanecer en lo más alto hasta su muerte.

No hay un cambio para bien. No lo hay. Mientras tanto, los muertos, ese pasado del que tanto presume López fue mejor, seguirá gobernando. Las cosas no son mejores, solo diferentes.

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Alfredo Albíter González

Lo bueno, lo malo y lo serio