Es increíble lo que sucede en Siria y a mí me aterra. Están destruyendo el centro del universo, el lugar sagrado en donde existen miles de años luz de ventaja de la historia de la humanidad. Es muy grave. Y nadie levanta un solo dedo para pararlos. ¿Qué les pasa a los seres humanos? ¿Qué están haciendo todos juntos: la iglesia, la ONU, los países miembros de la Comunidad Europea, Latina, Africana, demás países árabes… el mundo entero para pararlos? ¿Los Estados Unidos?
Es de una inmensa tristeza saber que están matando a muchos hombres, mujeres, niños, ancianos y ¡nadie hace nada! Que indigna me siento. ¿Qué hago yo por estos pobres? Por lo menos, tengo que documentarlo y protestar.
Aunque sea un granito de arena en el desierto, esto que escribo, que sirva para pedir con todo el corazón, que sea para gritarle al universo entero que ya haga algo para parar esto que pasa en Siria y en muchos lugares más de los que ni siquiera tenemos idea. En serio, al ver todo esto y al saber de mi impotencia. Lloro.
Me acuerdo de ese niño en la arena, pobre angelito, que estaba ahogado sin ni siquiera haber podido darle al mundo una sonrisa, una promesa, una idea de cuál pensaba que sería su aportación a este mundo y su existencia. No tuvo tiempo siquiera para decirle a todos que su vida era su muy triste. Y de sopetón murió. Le dio la vuelta al mundo la foto. Y pasó. Nadie dio el más mínimo aullido de dolor. Ni las iglesias protestantes, católicas, o musulmanas. Ninguna. ¿Y su amor al prójimo, en dónde quedó?
Siria es un país roto por una guerra que no acaba. Más de la mitad de su población se ha visto obligada a escapar de sus hogares: 6,7 millones viven como desplazados internos, más de seis millones y medio han huido del país —de los que 5,6 millones están refugiados en países vecinos—, ha escrito para El País, Andrés Maurenza.
“Realmente, al empezar la revolución, pensábamos que sería cosa de unos meses. Nunca pensé que se prolongaría tanto, que habría una guerra o que habría tal nivel de intervención extranjera”
“En Líbano, no están reconocidos, no se les permite trabajar en la mayoría de empleos y viven con miedo a que, como está ocurriendo, los deporten de vuelta a Siria”, sostiene Atassi, estudiante Sirio que vive en Líbano.
En Turquía viven más de la mitad de los refugiados que han escapado de Siria: 3,66 millones, según datos de ACNUR, de los cuales más de medio millón son niños que han nacido en el exilio. En comparación con otros países de la región, Turquía es el país que mejor los ha tratado, si bien siguen dependiendo de un estatus temporal.
¿Qué estamos haciendo con todo este mugrero que ocurre en tantos lados, y qué petición le estamos mandando al universo para que estos indignos, miserables, deleznables seres humanos paren? ¡¡¡Por lo que más quieran… ya basta!!!