Este año se llevarán a cabo elecciones en seis Estados del país; Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas, en los que el partido oficial, Morena, pretende quedarse con todos ellos. De acuerdo a los resultados del año anterior, no se ve difícil que pueda lograrlo. Al igual que en la última jornada, el gobierno y su partido llevan mano por obvias razones.
Contar con el poder que genera tener el control del Estado mexicano da una clara ventaja sobre los partidos de oposición. Además de la que genera el manejo a discreción de los programas sociales. La cantidad de dinero que se destinará a la conquista del voto será impresionante.
Morena recibió como prerrogativas más de mil quinientos millones de pesos, de los cuales; entre lo que presume su dirigencia y lo que es la realidad, en cuanto a la renuncia de éstos, aún no queda claro. A pesar de ello, es indiscutible el apoyo que recibirá en propaganda del gobierno federal.
Pero como lo hace Morena, también lo han hecho los demás partidos políticos; la clase política no se cansa de abusar de la cómoda posición en la que se encuentran. Lo verdaderamente preocupante es la condición de los ciudadanos que tienen que soportar sexenio tras sexenio lo mismo.
En particular, más que nunca, este gobierno ha volcado todas sus energías en las jornadas electorales con el único activo que les representa votos, la imagen desgastada del presidente, quien insiste en verse como un amado líder, y en representar la encarnación de una deidad.
De ese tamaño es el ego de quien utiliza los recursos del Estado para promocionarse a su antojo, haciendo a un lado la crítica y la rendición de cuentas, pensando en que su posición es eterna, tan es así, que hasta ha anunciado su testamento político. La verdad, a muy pocos interesa porque más bien parece otro más de los distractores que acostumbra para ocultar algo relevante, como el resultado del encuentro con autoridades estadounidenses. Por ejemplo.
La jornada electoral de 2019 arrojó varios supuestos, pero puede ser que la verdad se haya visto reflejada en la Ciudad de México, en donde el presidente recibió una fuerte paliza por parte de la clase media. ¿Se descuidó? Puede ser que haya dado por hecho que la cuna de su movimiento la tenía más que amarrada, pero no fue así, dura lección recibió; a grado tal que es el día que no la puede superar.
Condición contraria sucedió en los Estados en los que Morena ganó la mayoría. Las denuncias de actores políticos de las diferentes entidades daban cuenta del desaseo que sucedió aquel día, pero no ha pasado nada y ni pasará; la retención de candidatos y actores políticos, así como la intervención del crimen organizado es un secreto a voces, pero la felicitación que les hizo el mandatario debería dejarlo todo en claro.
¿Quién ganó?
Podría presumirse que la estrategia de Morena, pero, a decir verdad, no ganó el partido del presidente, perdió México. Las prácticas impuestas en la jornada han debilitado de gran manera al Estado, los poderes fácticos se hacen presentes y las fuerzas armadas más que nunca adquieren un poder inusitado.
México navega desde hace tres años en la penumbra, sin poder observar el firmamento, desorientado y sin conocer qué rumbo tomar, mientras que el habitante de palacio que ha presumido una austeridad que no aterriza para él ni para los suyos, impone un futuro del que lo único cierto es que no beneficia a la mayoría de los ciudadanos.
El triunfo de los Estados antes controlados por el PRI o por el PAN dejan en claro la forma de operar sucia de la clase política, la evidencia es el premio que obtuvieron los que fueron gobernadores y hoy piezas del gobierno lopezobradorista con encargos en política exterior que ha dejado más enojo y preocupación que otra cosa.
Para el próximo año habrá de elegirse a la nueva gobernadora o gobernador en el Estado de México, la inquietud sería: ¿se le irá a ofrecer algún cargo al hoy mandatario estatal Alfredo del Mazo?
La pregunta ha estado dando vueltas entre la clase política mexiquense. Sin embargo, puede sonar hasta exagerada. El PRI no se puede dar el lujo de perder la entidad mexiquense, pero tampoco se aprecia, de acuerdo a varias casas encuestadoras, que por sí sólo pueda obtener el triunfo.
Parece que lo que más le conviene tanto al PRI, como al PAN, y desde luego al PRD, es continuar con la alianza “Va por el Estado de México” que buenos resultados les ha dado, no los que hubieran deseado, pero tampoco es como para despreciar los que obtuvieron de la jornada electoral pasada.
Los nombres que se barajan son interesantes, pero parece que los únicos que se ven más seguros son los de Morena, ya que entre el senador Higinio Martínez Miranda, la excandidata Delfina Gómez Álvarez, hoy secretaria de Educación Pública, y Horacio Duarte Olivares, Administrador de Aduanas del SAT, puede estar el candidato del partido oficial. Por parte del PRI suenan más los nombres de mujeres, como Alejandra del Moral, actual líder estatal del tricolor, así Ana Lilia Herrera o Martha Hilda González Calderón, entre las más mencionadas.
Independientemente que para el gobernador pudiera ser el actual líder de la bancada priista, Elías Rescala Jiménez, aunque debería ir analizando hacer un movimiento como el que en su momento realizó el ex presidente Enrique Peña, práctico, sacrificando a su delfín por retener el Estado.
Por el PAN no aparece otro que el ex presidente municipal de Huixquilucan, Enrique Vargas del Villar.
Por parte del PRD, su objetivo más bien es conservar el registro, Morena se dedicó a debilitar al partido del sol azteca, arrancándole cuadros que lo mismo presumen una ideología que otra, no tienen empacho en cambiarla de acuerdo a sus intereses personales. Aunque podrían impulsar al diputado local Omar Ortega Álvarez.
Finalmente vienen los partidos denominados pequeños, que si se unen representarían una fuerza no prevista, sobresale el nombre del senador Juan Zepeda Hernández por Movimiento Ciudadano, a quien se le recuerda por haber mejorado mucho en la elección de gobernador de 2017 por el PRD, superando incluso a Josefina Vázquez Mota del PAN.
La moneda está en el aire, y será el trabajo de campo que logre inclinar la balanza para cualquier lado.