La otra invasión de Rusia

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Publicado en Opinión

La otra invasión de Rusia

Jueves, 17 Marzo 2022 00:35 Escrito por 
Juan Carlos Núñez Armas Juan Carlos Núñez Armas Palabras al viento

El gobierno de México ha mostrado una titubeante política exterior. Cito dos ejemplos, primero, la falta de condena inmediata a la invasión de Rusia en Ucrania, que estuvo enmarcada la declaración de Alberto Anaya, el eterno líder del PT, de crear un grupo de amistad México-Rusia en la Cámara de Diputados, propuesta que se pospuso por la mencionada invasión.  El segundo ejemplo es la grotesca carta al parlamento europeo, en la que, el presidente sostuvo que México nunca ha enviado armas a un país extranjero, afirmación que es falsa puesto que el escuadrón 201 no viajó sin balas cuando México se unió a los aliados en la Segunda Guerra Mundial.

Cuando a principios de los noventa fui regidor del municipio de Toluca tuve la oportunidad de coordinar a los regidores del PAN en el estado y recibí la invitación de la fundación Konrad Adenauer para asistir a un curso con ponentes de primer nivel y en un extraordinario lugar. No niego que me sorprendió que una fundación alemana invirtiera en capacitación política de un ciudadano mexicano. Años después, comprendí que la geopolítica es una realidad y tiene muchas formas de manifestarse. Posteriormente, esta misma organización me invito a ser observador del proceso electoral en la Baja Sajonia, estado federado alemán en donde, por disposición legal, los partidos políticos están obligados a promover la democracia en el mundo con cargo a su financiamiento. Entonces entendí por qué tuve la oportunidad de ser capacitado.

En el escenario de competencia global algunos gobiernos hacen geopolítica en serio, unos con fines económicos y otros políticos. Rusia está entre los segundos.  El actual gobierno ruso ha invertido millones de dólares para moldear la opinión pública, según lo refiere el Centro de Investigación para la Paz A.C., su objetivo es explotar las asimetrías entre los sistemas restrictivos y las sociedades democráticas.

Claudia González Marrero y Armando Chaguaceda en “El poder de Rusia en Latinoamérica”, publicado justamente por la fundación Konrad Adenauer, nos dicen que se está observando un aumento global de la cooperación autocrática a través estrategias con objetivos inmediatos y de largo plazo, ideológicos o programáticos, así como tácticos o estratégicos. El gran objetivo del gobierno ruso es hacer retroceder el modelo que considera su competencia: la democracia liberal.

Así, el autoritarismo se extiende por todo el mundo dando como resultado gobiernos que no son democracias plenas ni dictaduras al 100%.  Se establecen regímenes que respetan ciertos aspectos de la práctica democrática, pero ignoran otros y vulneran los derechos civiles. Los rusos impulsan entre gobiernos afines, de manera más que notoria, la difusión de ideas y valores iliberales, llegan a desplegar la diplomacia pública, influyen en medios de comunicación, incrementan flujos de inversión, crean infraestructura. Los países con mayor influencia rusa, entre otros, son Cuba, Nicaragua, y Venezuela.

Bajo el gobierno de Vladimir Putin, mediante la fundación Russkiy Mir, creada para formar un mundo ruso como proyecto global, se ha impulsado en el mundo una percepción positiva de la Federación Rusa, se popularizan su idioma y cultura como vía para desarrollar una gran cooperación internacional. Hasta ahora se han establecido 235 institutos en 70 países, entre ellos México.  

Estas estrategias de cooperación autocrática hacen énfasis en los principios de soberanía y no intervención, elementos fundamentales en los discursos de las autocracias latinoamericanas (¿les suena familiar esta postura?), cuyo discurso antihegemónico es muy característico.  Estas estrategias han permitido captar estudiantes o vetar profesionales, impulsar programas o agredir instituciones identificadas como adversas al autoritarismo (viene a mi mente la embestida contra el CIDE o las acusaciones sobre que la UNAM se hizo cómplice de los gobiernos neoliberales).  Así, diversos académicos identifican factores conservadores, iliberales y antiestadounidenses en las relaciones entre la potencia euroasiática y sus aliados de América Latina.

El discurso antihegemónico propuesto es antiyanqui, crítico radical de las políticas estadounidenses, motivadas por el pragmatismo y la convivencia comercial, dice el documento “Rusia que es un país capitalista y no tiene nada que ver con la ideología comunista, arma sus relaciones internacionales con base en puntos simbólicos como la enemistad con Estados Unidos. Rusia pretende reemplazar el orden internacional por algo nuevo que no sea guiado por los Estados Unidos, donde Rusia pueda tener una participación mayor y un rol mayor…” y para eso cuenta con la posibilidad de ampliar sus horizontes entre los gobiernos de Latinoamérica.

Tal vez Putin pretendía que surgiera un nuevo orden mundial y lo cierto es que, en este difícil momento, el mundo depende de actores políticos, más que de instituciones.  No sé qué sea más conveniente: un mundo unipolar, bipolar o multipolar.  Sin embargo, estoy convencido de que las personas y los países deben cooperar en un marco de sana convivencia, pacífica y sustentable.  El mundo no puede, ni debe, ser definido por la visión de una sola persona que ostenta un gran poder.  El mundo debe incluir la visión de todas/os.  Los seres humanos debemos aprender a vivir en paz.  Quiero recordar aquí una frase de Martin Luther King: “Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”.  Ese es nuestro reto, respetarnos con nuestras enriquecedoras diferencias y fortalecer nuestra capacidad de vivir juntos en armonía.

*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.

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Juan Carlos Núñez

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