Esta ocasión voy a comentar el perfil de un político mexiquense que ha estado en la boleta en varias ocasiones y hace 5 años compitió contra Alfredo Del Mazo por la tan deseada silla de la gubernatura del Estado de México, bajo las siglas del PRD; me refiero a Juan Zepeda Hernández.
En esa ocasión obtuvo el 17.8 por ciento de la votación, cifra que le pudo haber servido bien (o hasta menos) a Delfina Gómez para ganar.
En esa época fue claro que el nezahualcoyotlense tuvo buen amarré con el voto indeciso, gracias a su actitud desenfadada, poco ortodoxa con la política tradicional. Los jóvenes universitarios fueron los que más simpatizaron con él, porque no coincidían con los postulados del priismo de siempre, aunque con maquillaje televisivo, ni con la clara limitación retórica de la maestra Delfina.
Ellos le dieron los bríos y la fuerza en campaña, ellos, claro y huestes perredistas que vieron en él la fórmula para no perder presencia e influencia en territorio mexiquense.
Posterior a la elección se pudo percibir que Zepeda no se resistió ni poquito con los resultados; se fue conforme y sin chistar. Eso levantó sospechas de que había negociado con el poder en turno para restarle puntos a Morena.
Hoy, en vísperas de la elección de gobernador en 2023, ya se perfila como el prometedor candidato de Movimiento Ciudadano otra vez por la silla de Lerdo.
No dudo que su peculiar estilo sumado a la experiencia ganada en la política, que lo ha llevado a ocupar hasta una senaduría, le ayudará a ganar amplios adeptos, pero la batalla no será suya. Una vez más se perfilan dos grandes combatientes: el PRI, con o sin alianza y Morena.
Y para no romper con la costumbre, la labor de Juan Zepeda será la de restarle votos al segundo en la preferencia del voto.
Mi comentario, aunque antidemocrático, es realista: sería un buen ejercicio ciudadano dejar de alimentar los egos y las cuentas bancarias de partidos y políticos que solo funcionan de comparsa y de resta votos.
Ahí tenemos al Partido Verde, que ha sobrevivido así, vendiéndose al mejor postor con cargo al erario público, al dinero de los mexicanos.