Mientras en las escuelas se enseña a honrar a los símbolos patrios, no hay manera de hacerlo con ejemplos que honren valores como la lealtad, el amor a la camiseta, (orgullo de pertenencia a un grupo, a un partido, nacionalidad).
El actuar público de los políticos en tiempos electorales nos pone frente al espejo de la mentira, la traición, tiempos en los que los militantes de uno y otro partidos cambian de filiación y se ponen la nueva marca después de negociaciones más que evidentes.
La vehemencia, la capacidad argumentativa, vuelven a tener un tono incuestionable, pero no, dejaron de tener poder de persuasión. Son ya varios legisladores que han cambiado de bancada; por ejemplo, el senador Miguel Barbosa brincó del PRD a Morena para poder ser candidato a gobernador por Puebla; la senadora del PAN Gabriela Cuevas abandona su partido para ser postulada diputada por Morena y continuar con un puesto parlamentario internacional; Javier Lozano, actual vocero de la campaña de José Antonio Meade, fue diputado del PRI y antes senador por el PAN.
Los cambios más comunes suelen ser del PRI, el PAN y el PRD a Morena. Entre los otros partidos son menos, pero sí de resonancia los “chapulinazos”. Me pregunto ¿los legisladores y los gobiernos con apego a qué ideario ejercerán su responsabilidad, o si las negociaciones así logradas garantizan acuerdos para la gobernabilidad? lo que es claro es que la tan buscada confianza ciudadana se convierte en disociación entre la vida política y la social, cada vez más necesaria para el logro de los cambios fundamentales en la búsqueda de modernización y progreso, de certezas y de seguridad, vamos, un modelo consecuente entre lo que se enseña en las aulas y lo que se practica en política; entre lo que se delibera y promete en las campañas y lo que se cristaliza en los gobiernos y legislaturas.
Lo cierto es que todo se torna individualista y pragmático, falaz.
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@MargaJimenez4
