El desempeño de los tecnócratas, esos especialistas en materia económica y administrativa que ejercían algún cargo público y que perseguían medidas eficaces para el bienestar social sin consideraciones ideológicas, se podría considerar una de las causas del impulso que recibió el populismo en nuestro país. Lamentablemente, los tecnócratas se olvidaron de que cada hombre y mujer tiene sentimientos, así como necesidades emocionales y espirituales.
Por otra parte, el actual gobierno populista tuvo en el hartazgo ciudadano ante la corrupción imperante, que lamentablemente persiste, un empujón fundamental para llegar al poder. Justo en el discurso que leyó el presidente después de la marcha de la revancha del 27 de noviembre por el cuarto aniversario de su arribo al gobierno mencionó: “la política es entre otras cosas, pensamiento y acción, y aunque cuando lo fundamental son los hechos no deja de importar el terreno teórico del modelo de gobierno que estamos aplicando; mi respuesta será o sería llamarle humanismo mexicano”.
Sin duda, esta expresión es una más de las ocurrencias a las que nos hemos acostumbrado, producto de la estrecha visión del presidente en su interpretación de la realidad. No olvidemos que su formación ideológica abrevó de Carlos Pellicer, de quien toma su visión sobre los necesitados y se apropia de la narrativa priísta (del nacionalismo revolucionario) en la que se formó políticamente. Ya he señalado que los populistas no suelen asumirse como tal, de ahí, supongo, la pretensión de darle alguna interpretación ideológica a su gobierno.
Pero su expresión contradice a su gobierno. El humanismo reivindica a la persona frente al Estado. El humanismo considera que un Estado grande elimina al individuo en sí mismo, como vemos en las pretensiones del actual gobierno que defiende el asistencialismo (hace que las/os ciudadanas/os dependan del Estado). El humanismo defiende la libertad económica, el gobierno de Morena impulsa los monopolios y evita la competencia. En las obras que realiza el actual gobierno destruye el medio ambiente, el humanismo defiende la protección del planeta en beneficio de todos los seres vivos.
El diario “PTS en el frente de la izquierda” lo dice con sus propias palabras: el humanismo es un concepto ambiguo que no puede ser sustento de un gobierno. Aunque López Obrador hable de recuperar lo mejor de la historia universal, su movimiento no sale de una ideología liberal-progresista o con tintes socialdemócratas. Las evidencias que tenemos lo sitúan como un movimiento autoritario, nacionalista, conservador, con claras tendencias a un gobierno que abarque todos los aspectos de la vida de las personas.
El humanismo surge de un movimiento renacentista, que busca restaurar e integrar los valores humanos universales, no le pertenece a un pueblo, mucho menos a un gobierno. El humanismo busca poner a las personas en el centro de su actividad frente a concepciones deístas, es una herencia fundacional de occidente, de origen greco romano, surgido en el periodo renacentista a partir del descubrimiento de ideas como la “paideia” y “humanistas” que llega a la Nueva España en el virreinato. Fue importante en la integración que surgía en la naciente nación mexicana, fueron los jesuitas y los dominicos quienes con su trabajo dan acceso a las obras de Cicerón, Virgilio, Ovidio y renacentistas como Luis Vives y Lorenzo Valla. Ya en el periodo mexicano Fray Juan de Zumárraga, Abad Alegre, autores como Montes de Oca, Pagaza, Casaús con el proceso independiente, la reforma y revolución respectivamente. Ejemplos vivos y expositores de primera línea fueron Zumárraga, Vasco de Quiroga, Las Casas, Julián Garcés, piezas claves del humanismo.
Durante la segunda mitad del siglo XX, y surgido de esa misma historia, el humanismo estuvo presente en hombros de personas como Manuel Gómez Morín y Efraín González Luna, quienes entendieron el proceso histórico y se afanaron en construir sus valores, lo llamaron político para formar el Partido Acción Nacional.
Fundado en el pensamiento aristotélico-tomista, defensor de las libertades democráticas construidas a lo largo de décadas, milímetro a milímetro, y consolidadas con la alternancia y la fortaleza institucional, el PAN finca su actuar en la persona humana que es el eje central de todo el quehacer político. El principio y fin de la política, para el PAN, gira en torno a la persona y su dignidad, que es anterior a cualquier poder, a la persona en sociedad o individualmente son sentido y destino de la vida pública. El PAN es el creador indiscutible del humanismo político.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.