No logro entender cómo es que buscamos un buen Presidente pero aplaudimos a quien no ha producido nada en 18 años y ha hecho del chiste y del humor barato su nueva forma de liderazgo, o al aspirante arrogante sin experiencia en gobernar en el servicio público; que habla idiomas y cuenta con una probidad cuestionada en diversos medios de comunicación y por diversos actores y los aspirantes independientes de qué, de quién, atados de manos y entre los precandidatos un ex funcionario de primera, probo, experimentado, muy preparado al que habría que tomar muy en serio como posible Presidente de la República, para un país que reclama conocimiento de los problemas, experiencia en los temas, haber estado trabajando en ellos con seriedad, resulta que se le tacha de tonto, de culpable de políticas públicas adversas, de tonterías, cuando México tiene la oportunidad de un gobernante de primer orden, a la altura de lo que el país requiere con urgencia, la confusión creada por mensajes promocionales, memes, dimes y diretes de campaña.
Ciertamente es mejor una campaña amigable que una solemne: contacta, toca, produce reacciones en medio de una confusión en la que no se atienden los problemas cotidianos de las familias que no son tema, salvo la violencia que sigue dando nota; las promesas como obra de milagrería ofrecen acabar con los males, los adeptos crecen, porque le abren los brazos a tiros y troyanos y la confusión se hace una maraña más grande.
La mayor parte de las decisiones se toman por impulso, entre ellas, la electoral y después, pudiera venir una reflexión sin retorno si la decisión crucial se toma por enojo o por revancha. Eso está pasando, lo dicen las encuestas, las expresiones mediáticas y las conversaciones de café, evidencias de la confusión imperante. En la decisión no están jugando las ideas, las soluciones de fondo ni el futuro, lo que está operando es la víscera y, con ella, estamos dejando ir una verdadera oportunidad.
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@MargaJimenez4