“La violencia contra la mujer es una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres y hombres”
(Convención Belem do Pará, 1994).
Con un abstencionismo ganador y la cuarta parte de votantes de la lista nominal, Delfina Gómez Álvarez se impuso frente a Alejandra del Moral en la elección del pasado 4 de junio y marcará un hito en la historia política del Estado de México por partida doble: se convertirá en la primera mujer gobernadora en los 200 años de vida independiente de la entidad y en la primera mandataria estatal después de 96 años de dominio del PRI. Sumarse a las nueve mujeres que ya gobiernan alguna entidad en el país, constituye un avance cuantitativo en materia de paridad de género, pero ¿también es un avance real en términos de ocupación de espacios de poder y de toma de decisiones para las mujeres, en el ámbito político?
De acuerdo con especialistas, las políticas públicas federales en favor de las mujeres han ido en retroceso en los últimos cuatro años. La asignación de presupuesto, la eliminación de programas y la falta de transparencia ponen en duda la afirmación de que “la 4T ya es feminista” -como dice Claudia Sheinbaum-, o que, para el gobierno federal la prioridad son las mujeres, como lo han dicho varias voces incluyendo al presidente y mujeres de su gabinete. La eliminación de refugios para víctimas de violencia, de las estancias infantiles y de escuelas de tiempo completo, son ejemplos del retroceso en la protección de derechos de las mujeres.
Como abanderada de la 4T, ¿Delfina seguirá el derrotero marcado por el presidente de la República o marcará su propia ruta, desde una perspectiva de género? Presencia no necesariamente significa congruencia, ha dicho la diputada federal Ana Lilia Herrera, quien ha evidenciado la complicidad de legisladoras federales de Morena y partidos aliados en la eliminación o reducción presupuestal a instituciones y programas que benefician y protegen a mujeres y niñas.
Perteneciente al grupo político Texcoco, la maestra Gómez Álvarez reemplazará al grupo Atlacomulco como la gobernadora número 73 de la entidad y la número 21 después de la serie de gobernadores priistas. Lo hará bajo la tutela de sus dos mentores de campaña Horacio Duarte e Higinio Martínez; asumirá después que su dirigente nacional la relegó al cantar primero el triunfo la noche de la elección; y gobernará bajo la directriz que marque el hombre de palacio nacional quien mantiene subordinados y controlados a los gobernantes morenistas, que ahora sumarán 23.
En un evento público, Delfina pidió atenerse a sus palabras, más que a sus hechos, literal. A reserva de remitirnos a los hechos, porque las palabras se las lleva el viento, por ahora sólo es posible analizar su discurso verbal y no verbal. No propuso una agenda de género, como tal, pero habló de acciones para “hacer a las mujeres más autónomas e independientes”. Propuso “tomar a la violencia de género como un eje transversal de su gobierno, que no sólo será un tema de justicia, sino también de educación, de cultura y de empatía con las mujeres”. Prometió asignar la mitad de los cargos de su gabinete a mujeres, a garantizar el derecho a la diversidad, a apoyar a la comunidad LGBTTTIQ+, así como a crear una Fiscalía Especializada en Delitos por Discriminación, Orientación Sexual y Transfeminicidios.
A contracorriente del gobierno federal, prometió acciones contundentes para prevenir, combatir y erradicar la violencia de género en coordinación con el gobierno federal, los gobiernos municipales y de la Ciudad de México, reforzar las casas de refugio para mujeres violentadas, incrementar la cantidad de ministerios públicos y peritos para mejorar la atención a las víctimas; impulsar cambios legislativos para que haya “piso parejo” en la justicia; crear policías de género en el ámbito municipal y fortalecer las cámaras de seguridad y botones de pánico. Estas últimas acciones ya existen, lo que se requiere es un enfoque integral de género, según expertas, pero Delfina no fue más allá, aunque sí recurrió al lenguaje incluyente al referirse a todas, todos y todes.
Es deseable que, como gobernadora, Gómez Álvarez gane autonomía e independencia frente a los poderosos hombres de su partido. Que se excluya del grupo de gobernadoras que, como ella, llegaron al poder gracias al revolucionario principio constitucional de la paridad de género pero que, en muchos de los casos, sufren la consecuencia del fenómeno de la violencia política en su contra expresada en forma simbólica, institucional o cotidiana y que la permiten voluntaria o involuntariamente, consciente o inconscientemente.
Es deseable que, como gobernadora, no se repitan los casos que sufrió como candidata, como cuando sus coordinadores de campaña respondían por ella, le robaban la palabra o explicaban lo que ella había querido decir. Es deseable que, como gobernadora, no sufra la violencia política que sufrió como candidata cuando la silenciaron siguiendo la máxima de “calladita te ves más bonita”; o la invisibilizaron, alejándola o no permitiendo que asistiera a entrevistas en los medios de comunicación; o la cosificaron reduciéndola a “florero o adorno” en sus propios eventos.
Es deseable que no sea una gobernadora más con un poder formal, pero no real; con un poder legal, pero no sustantivo. Que, como mujer, sea congruente y honre a las miles de mujeres que históricamente lucharon por conquistar un espacio de poder y que ahora, venturosamente, ella tiene la oportunidad de ocupar, por primera vez, en la entidad mexiquense. ¿Un sueño guajiro? Ya veremos.
@IrmaCruzE