¿En qué momento nuestras niñas y niños cambiaron los juguetes por armas, en qué momento sus sueños de ser superhéroes o princesas de cuentos cambiaron por un impulso para hacer daño, y hasta matar?
Nos sorprendemos de ver con más frecuencia, a niñas, niños y adolescentes protagonizando alguna escena violenta, desde daño a un animalito, hasta a otro semejante o adulto.
Pero, ¿qué tuvo que ver, ese niño, o niña, o bajo qué circunstancias está creciendo para suponer que puede tomar la vida de otro ser vivo, de hacerle daño?
Vemos con tristeza a niños masacrando a perritos, disfrutando de su dolor.
Vemos a adolescentes lastimando a sus compañeros hasta quitarles la vida.
Casos sobran; como el de un niño 10 años que mató de un disparo de arma de fuego en la cabeza a su compañero de clase de 11 años, por ganarle en un videojuego, en Veracruz.
El caso de Norma Lizbeth Ramos de 14 años que murió por los golpes en la cabeza que recibió durante una pelea con su compañera de clase en Teotihuacán en el Estado de México.
Recientemente un alumno de 14 años llamado Asaid, apuñaló a su maestra en seis ocasiones; Patricia Burciaga Dávila, en plena clase, la maestra ya está estable, y el menor de Coahuila solo suspendido, porque no la mató.
Y con todo no hay algún programa emergente.
Todo se aprende en casa desde los modales hasta lo valores, la familia es el primer entorno de un niño y su punto de referencia en su desarrollo como persona.
Según una encuesta, 40% de las personas encarceladas en América Latina y el Caribe son hijos de padres que abusaban del alcohol (39.8%) o tienen familiares que estuvieron presos (26.8%). La violencia en la casa y la conducta delictiva son dos fenómenos que a menudo van unidos, o bien porque los menores son víctimas de maltratos o porque son testigos de ellos. Por ejemplo, la mitad de los casos de violencia doméstica ocurre ante la presencia de hijos mejores de 12 años y quien crece viendo o padeciendo la violencia, tiene mayor tendencia a replicarlo de adulto.
Según encuestas penitenciarias aplicadas en ocho países de la región de América Latina y el Caribe señalan que la violencia intrafamiliar afecta el comportamiento delictivo de los niños en su futura vida adulta:
Las personas encarceladas sufrieron, en muchos casos, de violencia dentro de su familia a una edad temprana. El 47% de los presos de la región declaran haber sido víctimas de violencia directa en casa cuando eran niños. Los hombres encarcelados presentan un mayor índice de maltrato infantil (48%) que las mujeres.
Testigos de la violencia contra sus padres. El 32% experimentó violencia indirecta en el hogar, lo que significa que fueron testigos de violencia doméstica entre los padres.
Niños abusados, adultos reincidentes. Los presos que fueron víctimas de maltrato infantil muestran, en general, mayor índice de reincidencia. En el caso de aquellos presos que no sufrieron maltrato directo, pero vivieron en un hogar violento, el trauma afecta de manera distinta a hombres y mujeres, ya que las mujeres desarrollan más posibilidades de reincidir que los hombres.
Estamos viviendo una gran crisis de valores y por ende de violencia donde los protagonistas son el llamado futuro de México.
¿Qué futuro les espera a las niñas y niños que están recluidos por algún delito, si los programas de reinserción social son inoperantes, y las cárceles o lugares de albergamiento para menores infractores son universidades del crimen?
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