Nunca me arrepentiré de ser periodista. Inicié hace más de 25 años -Ya el ‘Club Primera Plana’ le otorgó un reconocimiento por su trayectoria-. Pero no son los premios ni los reconocimientos, sino la cultura, la experiencia y la oportunidad de estar ahí, en el momento en que nace una noticia, y poder decirlo con fundamento, con respeto a quien escucha, ve o lee. La escritora y periodista argentina Leila Guerriero, tiene una frase con la que comulgo a diario: “El periodismo no es un oficio de canallas”, y no, no lo es. Va más allá de pegar por pegar, de inventar por inventar, de decir por decir o mentir por mentir. El periodismo es hacer historias y contarlas bien.
El escribano parece “aguitado”. Quería sacar de ese mueble negro y viejo, una botella de cognac de más de 20 años ahí almacenado, y servirse una copa. No lo hizo. Se refugió en ese café amargo, americano, si azúcar que le han prohibido pero que insiste en beber. Y es que el Senado de la República, ese cuerpo colegiado de representantes, le entregó un reconocimiento a Carlos Pazos Soto, ese polémico personaje que se hiciera popular durante las conferencias matutinas del Presidente. Como no mofarse de su lambisconería y su “Presidente de todos los mexicanos, buenos días y felicidades”. Le hablo de “Lord Molécula”, inmortalizado en memes, chistes y parodias políticas. Ese personaje que sugirió que el índice para medir el bienestar y la felicidad se denominara “AMLOVER”.
El servilismo y la comparsa llevaron al Senado a reconocerle “por su labor en los medios de comunicación informando de manera oportuna, veraz y objetiva, los sucesos que impactan a los habitantes de su región; aportando los criterios para la formación de la opinión pública y la construcción de una sociedad, equitativa, justa y democrática”… ¿Y eso le duele? No –responde el amanuense sotanero-. Me rabia un periodismo envilecido y degradado. Porque ‘lord moléculas’ hay por todos lados. En el estado de México muchos. Los que pegan y hasta anuncian en primera plana que les deben. O los que alaban al gobierno en turno, al alcalde o al legislador a cambio de publicidad. Y aunque no tienen ‘bigotito’, moño ni lentes redondos, hacen un periodismo lejano al mensaje de Joseph Pulitzer de: “el poder para moldear el futuro de una república, estará en manos del periodismo de las generaciones futuras”.
Periodismo ensangrentado
De acuerdo con la organización “Artículo 19”, México es uno de los países más riesgosos para ejercer el periodismo. Desde el año 2 mil, han sido asesinados 161, 41 en el sexenio de López Obrador. El año pasado, el país fue considerado para los periodistas, uno de los lugares más mortales del mundo, solo superado por Ucrania. Datos del propio gobierno revelan que en 2022 fueron asesinados 13 periodistas. Extraoficialmente serían 17 los comunicadores ultimados.
Pero el país, a través del Senado, ese histórico instrumento creado en 1824, con la primera Carta Constitucional, y cuyo principio sería representar a cada entidad en la potestad gubernamental de cuidar al pueblo y honrarlo, decidió, a través de la mayoría de sus 128 representantes, reconocer a una caricatura del periodismo nacional, pero sigue dejando en el archivo a periodistas dignos que, aunque son olvidados por los gobiernos, perduran en la memoria del periodismo serio. Les recuerdo sus nombres: Abisaí Pérez Romero, Ramiro Araujo Ochoa, Carlos Acosta, Gerardo Torres Rentería, Marco Aurelio Ramírez, Pablo Salgado, Luis Martín Sánchez Íñiguez y Nelson Matus, que nunca fueron comparsa, y que en este 2023 fueron asesinados por no serlo. Mi X raúlmandujano.
