Mi inmersión en el mundo de la ópera se produjo en mi vida adulta, y la conexión que experimenté con cada aria, dueto y coro fue sorprendentemente sencilla. Mi afinidad de siempre por el teatro sirvió como puente, permitiéndome reconocer que tanto la ópera como el teatro son portales hacia el vasto universo de las emociones humanas. En estos escenarios, el amor, el odio, la pasión, la traición y la redención se manifiestan en su plenitud.
En la ópera, la música y la voz adquieren una dimensión que va más allá de las palabras, estableciendo una conexión directa con el alma. La ópera se convierte en un espejo que refleja nuestras luchas internas y nuestras alegrías más profundas. Es un testimonio de la capacidad humana para extraer belleza del caos y encontrar significado en medio de la confusión.
En este escenario de reflexiones y sentimientos, surge María Callas como un faro que ilumina los aspectos más oscuros y luminosos de la existencia humana. Ella es una mujer auténtica, poseedora de una musicalidad vocal excepcional, intensa y sumamente histriónica. María Callas, pocas veces decía lo que pensaba, aunque siempre pensó lo que decía.
Mi primer encuentro con la vida de Callas no tuvo lugar en el ámbito de la ópera, sino en el teatro, específicamente a través de la obra "Master Class" del renombrado dramaturgo Terrence McNally. Esta pieza teatral arrojó luz sobre la vida de la artista mientras desempeñaba su papel como maestra de ópera, al mismo tiempo que brindaba a las y los espectadores la oportunidad de explorar el complejo mundo emocional de una mujer que sufría por su dolorosa ruptura amorosa con Aristóteles Onassis.
Protagonista de obras maestras como "Norma," "La Traviata," "Aida," "Medea," "Turandot," "Tristán e Isolda," Callas debutó en 1947 con "La Gioconda" en medio de una pandemia de influenza que azotaba el norte de Italia, impidiendo a la soprano titular presentarse.
María Callas es una leyenda musical que se forjó en la tradición del Bel Canto, al tiempo que supo crear su propio estilo. Entendió a la perfección la naturaleza teatral de la ópera, y en lugar de adaptar su voz a los personajes, hizo que su voz se adaptara a cada papel. Callas puso su voz al servicio de la ópera, no al revés. Esta comprensión transformó la historia de la ópera, dejando una huella imborrable que persiste antes y después de su tiempo.
Si el personaje era dulce y amoroso, María Callas encarnaba esa dulzura en su voz; si el personaje era fuerte y oscuro, ella proyectaba esa fuerza. Callas se convirtió en una diva, una diosa, porque tenía la capacidad de ser todas las voces.
En tres ocasiones, María Callas visitó México, siendo el Palacio de Bellas Artes el escenario que la recibió. En su primera presentación, el público respondió con moderación, casi con escepticismo. Callas entendía que el público necesitaba tiempo para conectarse no solo con su voz o su belleza exótica, sino con la profundidad de su expresión artística. Para el segundo acto y sus visitas posteriores, desencadenó un torrente de emociones en las y los asistentes.
Londres fue testigo de su última presentación, en la que su voz mostraba un evidente deterioro. Esto culminó en un abucheo por parte del público. Sin embargo, Callas, sin abandonar su personaje de Medea, se dirigió al público para señalarle su crueldad, recordándoles que siempre había entregado su todo en el escenario. Este momento es un recordatorio de que la grandeza artística no es una hazaña aislada, sino una búsqueda constante y, a veces, dolorosa.
María Callas es la indiscutible diva de la ópera, la encarnación de la búsqueda de la perfección artística y la pasión desgarradora. Su voz, poderosa y emocional, se convirtió en el medio a través del cual expresó la complejidad de la condición humana.
Ella es un símbolo de la profundidad de la experiencia humana. María Callas, será siempre la Prima Donna Assoluta.
