No cabe duda que la contienda electoral venidera será la más reñida y observada en la historia moderna de nuestro país, aunado a que será sui generis, pues incorpora la figura de candidatos independientes y el fenómeno de las redes sociales.
Según la revista Forbes, estas elecciones serán las más caras de toda la historia de México. En total, los partidos recibirán 2 mil 148 Millones de pesos mexicanos, monto del cual un 30 por ciento se destinará a plataformas digitales.
Hace seis años fuimos testigos de cómo las plataformas del ciberespacio aderezaban las rivalidades políticas, dando espacio a la guerra negra y a las descalificaciones mediante cuentas falsas, mejor conocidas como bots.
Pero esta ocasión la batalla será frontal y acompañada de nuevos recursos, como la viralización de videos en YouTube, Facebook y Twitter, principalmente.
La pluralidad de las redes sociales es una de sus principales bondades de este campo de la interacción humana, pero también una de sus grandes debilidades, pues en ellas se conciben y replican, al por mayor, sin fin de mentiras que dañan a personas e instituciones.
Y no es que esta columna esté en contra de la denuncia por la mala actuación de ciudadanos o servidores públicos, sino que la falta de elementos para conocer un hecho nos llevan a juzgar a la ligera y a dar por hecho afirmaciones que, muchas veces, distan de la realidad, que están sembradas a modo o que buscan generar duda y desorden social.
Los profesionales de la comunicación tenemos una enorme responsabilidad a la hora de publicar o compartir información en redes sociales, pues somos los primeros que debemos corroborar que lo compartido sea verificable, observable, noticioso y, sobre todo, veraz.
Así como en ocasiones acudimos con médico conocido nuestro para pedirle un consejo ante un problema de salud y confiamos en que, por su formación, nos dará un diagnóstico confiable, lo mismo ocurre con los comunicólogos, la gente cree en nuestro trabajo y formación y, por ende, corremos el riesgo que publiquemos mentiras y estas sean asumidas como un hecho comprobable periodísticamente.
En este próximo mar de información cierta y falsa de la vorágine propia de una elección, hago votos porque lo primeros defensores de la verdad periodística seamos los comunicólogos, sea cual fuere nuestra actual trinchera laboral.