Escrito por: Vanessa Munguía Rivero
Arrancan las campañas y con ellas una desesperada lluvia de propuestas que van desde lo onírico hasta lo más contradictorio y visiblemente indefinido con tal de llegar a Los Pinos.
Los candidatos —hasta hace unos días también “El Bronco” con trampita y todo aparece con un agárrense que ahí les voy— se han pronunciado como los que ahora sí van a cambiar a México, que tambaleante sobre las cuerdas del ring se ahoga con su propia sangre. Como si un sexenio fuera suficiente para salvarlo por la campana y hacer que recupere el aliento para enfrentar a su gran contrincante de la pelea estelar, un enemigo por el que seguramente los presidenciables siguen apostando, a pesar de echarle porras a su país. Ese enemigo: la corrupción e impunidad.
Hasta este punto ya tenemos más que memorizado el tema entre Andrés Manuel López Obrador y el aeropuerto o cualquier persona que tenga una opinión diferente a la suya. El reciente interés de Ricardo Anaya por la equidad de género que debió ser más por “no se te olvide tomarlo en cuenta” que por tenerlo muy preocupado. Anaya busca acabar con la corrupción ¿será que quiere ponerse la soga al cuello? Otros temas en su agenda son la seguridad, el TLCAN y los inmigrantes.
José Antonio Meade, por su parte, pretende continuar con las reformas y enfrentarse a problemas como la seguridad, educación incluidas más escuelas y el tema de la pobreza.
La candidata independiente, Margarita Zavala, busca un México seguro, sin corrupción, con mayores condiciones de crecimiento, neoliberal y emprendedor.
Ya no basta con conocer sus propuestas, de ilusiones como la de un prometedor oasis para un país que continúa naufragando. Porque se dice mucho y se explica poco.
Candidatos: ya sabemos que estamos sobre una cuerda floja, aun cuando la gente se muestre dudosa en el voto y no presente argumentos racionalizados de por qué se inclinan a uno o a otro. El problema se nota en los bolsillos, en los asesinatos a nuestras mujeres y a las personas en general, en los desaparecidos, en la falta de oportunidades a nuestros jóvenes, en las malas condiciones a las que se ven sometidos los trabajadores, la poca y penosa atención dada a la tercera edad, en el acoso en todas sus formas, en las aguas turbias de nuestra política e instituciones y el nulo castigo a los que buscan beneficiarse, explotar, privar de la libertad o arrastrar la dignidad del pueblo.
Esperamos más que oraciones sin sentido porque, empezando por ahí, son insuficientes y excluyen lo que ellos erróneamente entienden por minorías; porque la educación y el sector salud son los primeros en desatender sectores vulnerables comenzando por el hecho que debe ser destinado a ambos se encuentra en casas de millones y dulces vacaciones.
Y me pregunto ¿Acaso los indígenas y la comunidad LGBT+, por poner unos ejemplos, tendrán que seguir sorteando la suerte de sus derechos y dignidad humana mientras siguen luchando por sus tierras o mientras las últimas palabras que escuchen antes de morir a manos del odio y la discriminación sean “indio” “puto" o “enfermo”?
¿Cuál es el truco que pretenden con sus palabras? Porque si las palabras son magia, tal vez los sueños y los anhelos por un México mejor puedan algún día materializarse en la medida que la realidad lo permita.
Por: Vanessa Munguía Rivero (Estudiante de la UAEMex)