Un importante segmento de los medios de comunicación, si no es que la mayoría, ha dado especial cobertura al tema de la política de austeridad del próximo gobierno federal.
Planas e infografías se dedican al análisis y descripción detallada de cada uno de los rubros abordados por el tabasqueño, destacando, por supuesto, el anuncio de reducirse el suelo en un 60 por ciento, en comparación a lo que gana Enrique Peña, ante la premisa de que ningún funcionario público deberá ganar más que el Presidente.
Por supuesto, la propuesta ha sido muy bien recibida por la opinión pública; de sobra está decir que encabeza el top de los niveles de popularidad. Salvo algunos que ya han de estar haciendo coraje porque se acabaron los gastos personales patrocinados, para el mexicano promedio, es aplaudible que un gobierno se ajuste el cinturón en lo relacionado al gasto corriente.
Pero alguien ha reparado en pensar ¿cómo vive el Presidente electo?
Las redes sociales han atestiguado sobre el holgado estilo de vida de López Obrador y su familia, muy lejano a la austeridad que tanto proclama.
En su círculo familiar se cuenta con automóviles de lujo, propiedades inmuebles y colecciones de arte; además, marcas de costosos de diseñadores estampan su ropa y zapatos.
Y qué decir de los viajes al extranjero y lujos por el estilo que, siendo honestos, rompen con toda la imagen de un político austero, modesto y de ambiciones económicas limitadas.
Claro que hacia fuera, han cuidado exhibir los excesos, construyendo la imagen del político sencillo que se traslada en vehículos promedio, que come en restaurantes económicos y que no ostenta relojes costosos.
Pero el B side es paradójico. Viajes en yate, automóviles caros y ropa de diseñador son algunos de los gustos que su familia tiene y que pocos han querido señalar.
Ya lo dije la emisión pasada de este espacio, ojalá la luna de miel de electorado mexicano no se alargue al punto de la inobservancia.
Ser oposición no te hace el bueno de la historia. No cometamos los mismos errores del pasado.
