Todavía cabizbajos y sorprendidos por el tamaño de la derrota, trabajadores del Comité Directivo Estatal del PRI, muchos con más de 15 años de servir al tricolor fueron despedidos. Muchos salen ahora con resentimiento porque dicen “prefirieron quedarse con burócratas que con operadores; algunos llegaron hace apenas unos meses y son los siguen cobrando en el partido, son unos malagradecidos”.
Quienes fueron candidatos, y perdieron, hablan quedito, no quieren que nadie los escuche, pero quisieran gritarlo. Es la primera vez que el partido los deja solos, sin apoyos económicos, sin una campaña de comunicación desde el CDE. Ningún liderazgo acudió a resolver las diferencias entre los grupos por la elección del candidato.
Nadie puso un alto ni tranquilizó a los traidores, pero esos traidores silenciosos. Hubo quienes prefirieron irse a Morena, pero lo hicieron abiertamente. A esos los señalan, pero no a los que dijeron que se quedaban y operaron en contra. Todo lo dejaron suelto. Si bien el efecto López Obrador les iba a pegar, consideran, no hubiera sido tan fuerte.
Pero no sólo eso. ¿Qué llevó al PRI romper con sus aliados el Verde Ecologista y Nueva Alianza? ¿Estaban seguros de ganar sin ellos? ¿No se llama a eso soberbia? A la dirigencia, es evidente, no le salieron las cuentas. Y hoy, los resultados de ese fatídico primero de julio para el tricolor, dejan una cámara en contra del gobernador Alfredo del Mazo, que lo obligan a refinanciar la deuda del Estado de México antes de que concluya la gestión de la mayoría priista.
En las redes sociales siguen circulando memes, escritos, fake news, tratando de denostar el triunfo del presidente electo Andrés Manuel López Obrador. No quieren asumir la responsabilidad de lo que es el resultado de sus actos. Se olvidaron que tras dos administraciones panistas, los mexicanos les volvieron a dar la oportunidad de gobernar al país.
Gasolinazos, escándalos de corrupción (con gran cinismo), mala comunicación, mala administración de redes sociales, impunidad, incremento de la delincuencia del fuero común y crimen organizado. Mal manejo de crisis, como el caso Ayotzinapa con los 43 estudiantes desaparecidos (sin resolver hasta el momento). Falta de oportunidades de empleo, aumento de la pobreza… y más.
Diferencias profundas en el gabinete federal, un tecnócrata como líder partidista –recién salido de la Comisión Federal de Electricidad y cuando las tarifas estaban por los cielos y la gente molesta–. ¿Quién o quiénes tomaron esas decisiones?
Quizá hubo cosas buenas, como la reforma en materia de telecomunicaciones o la reforma educativa… entre otras cosas. Pero ¿de qué sirvió si no lo supieron comunicar? ¿Si la gente vio más los escándalos de corrupción y los vio como cínicos ante tanta impunidad? ¿Si no vio reflejada una mejora económica en sus bolsillos? ¿Si cada vez el sueldo les alcanzaba para menos en el mercado o en el súper?
Por favor, no vengan ahora con que todos los demás tienen la culpa menos los priistas.
El PRI, si realmente quiere resurgir, debe asumir la responsabilidad y dejar de buscar culpables por doquier. Dejar de tratar de hacer ver a López Obrador como el peor para gobernar, cuando ganó con el poder del voto del pueblo. Eso es lo mejor que pudo pasar, el ciudadano está convencido que su voto cuenta.
Ahora deben pensar en reconstruir y pensar ¿Qué pasará con todos esos verdaderos operadores? ¿Qué les ofrecerá el Partido Revolucionario Institucional que ahora, más que nunca, los necesita?
¿Cuántos saldrán para darle paso a los que llegan de la Federación? ¿A cuántos más despedirán? ¿Cuántos de los que salen de las delegaciones, que van a desaparecer se integrarán y dejará de lado a otros?
Está en una situación muy difícil el Revolucionario Institucional, pero debe seguir adelante. Veremos de qué están hechos y si son capaces de cambiar.
